Paul Ferrini
Abrirse Camino
Cuando una relación deja de ser transformadora para ti, la abandonas. Es inevitable. Pero ese, por supuesto, no es el único motivo por el que lo haces. También te sucede cuando no quieres enfrentarte a los miedos que se te presentan.
Sin embargo, y esto no lo dudes ni un momento, siempre que abandones una relación de ese tipo, crearás otra en la que deberás enfrentarte a esos mismos miedos. Del mismo modo que te resulta imposible permanecer en una relación cuando ya ha cumplido su propósito en tu vida, también te será imposible abandonar la lección de tu relación hasta que no la hayas aprendido. Tal vez necesites experimentar esa lección con veinte parejas distintas y de veinte maneras distintas, pero no la dejarás hasta que la hayas asumido.
Inevitablemente escogerás a una pareja que tenga que aprender una lección similar o complementaria, y cuyo miedo a hacerlo estará más o menos a tu nivel. Ella disparará tu miedo y tú dispararás el suyo, con lo cual sacaréis la lección a la luz.
Cuando esto ocurra tienes dos opciones: proyectar el miedo sobre tu pareja o adueñarte de él. Si lo proyectas sobre ella, la responsabilizarás de todo lo que no funciona en la relación y nunca llegarás a vislumbrar tu propio miedo. Pero si tienes la valentía de enfrentarte honradamente a tu miedo sin hacer responsable de él a tu pareja, avanzarás hasta llegar al otro extremo. Comprenderás todos los motivos que te hacen evitar la intimidad. Y aprenderás a amarte, a alimentarte a ti mismo y a dar pasos de niño hacia la intimidad.
Cuando se tiene miedo, es mucho más razonable dar pasos de niño que lanzarse al combate. Claro que, cuando no se sabe a qué se tiene miedo, uno se lanzará, traicionará o será traicionado, y después se preguntará qué es lo que no ha funcionado.
Mientras no reconozcas tu miedo conscientemente, éste gobernará tu vida inconscientemente. Creará y destruirá tus relaciones. Es una forma dolorosa de aprender. Por eso, te resultará más fácil reconocer tu miedo cuando aparezca y darle las gracias a tu pareja por ayudarte a tomar consciencia de él. De este modo, vuestro viaje juntos será consciente, abrazará todos vuestros miedos y todo vuestro amor.
Autoalimentarse
En cualquier relación la puerta a la renuncia está vigilada por el ego de cada persona. El ego quiere la aceptación y el apoyo de la otra persona, pero no da lo mismo a cambio.
El ego siempre intenta que otra persona satisfaga sus necesidades porque no sabe cómo satisfacerlas por sí mismo. Siempre pide algo que no tiene, o que cree no tener. Cuando dos egos están a cargo de una relación, es imposible que ésta funcione; o te pones a discutir, o te evades.
La renuncia sólo tiene lugar cuando el ego se aparta, aunque no lo hará hasta que no sienta reconocido.
Para reconocer al ego debes escucharlo, debes escuchar sus miedos, sus dificultades. Debes hacerle saber que no actuarás de una forma que haga aumentar sus miedos.
El proceso de escuchar a tus miedos es permanente, mientras tus puntos flacos entren en juego en la relación; debes escuchar y descubrir en qué se fundamentan tus miedos, tus deseos y tus necesidades.
Con el tiempo descubrirás que no habrá persona que pueda dirigir tus miedos. Ni tu pareja ni tan siquiera tú mismo. Simplemente debes estar presente con esos miedos hasta que se produzca un cambio interior.
Tu conciencia te facilitará gradualmente ese cambio, porque estar presente en ti mismo es un acto de amor. Aceptar y asumir tus miedos crea un profundo estado de seguridad psicológica. Es la esencia del proceso de autoalimentación.
En una relación íntima, lo primero que intentas hacer es entregar la responsabilidad de tu propia alimentación a tu pareja, y ésta te corresponde intentando entregarte su responsabilidad. Cuando esto ocurre y los dos aceptan una falsa responsabilidad sobre la seguridad del otro, la relación está gobernada por la culpabilidad y la proyección mutua.
No caigas en esto, no lo hagas con tu pareja. Da un paso atrás y responsabilízate de tus propios miedos. Dale la mano al niño herido que está en tu interior y deja que tu pareja haga lo mismo.
Cuando hayas estado presente con tus miedos, tu ego se sentirá seguro y se apartará. Únicamente en este estado de renuncia podrás ir al encuentro de la persona amada.
El trabajo espiritual que debes hacer es con tus propios miedos, no con los de tu pareja. Si eres consciente de tus miedos, crearás un espacio para que tu pareja esté presente contigo. Esto nunca falla.
El ego intenta amar, pero le resulta imposible. Lo único que sabe hacer es exigir y querer. El amor no proviene del ego, pero debe llegar hasta él, desde ti. El amor que entregues a esa parte de ti que tiene miedo te proporcionará seguridad.
Cuando das amor el ego no representa ningún problema. Sólo se convierte en un problema cuando no entregas tu amor. Cuando no te das amor a ti mismo, el ego se hace feroz, infranqueable. Por eso, cuanto más te niegues tu amor y tu responsabilidad, más imponentes se volverán sus defensas.
Alimentarse a uno mismo es la actividad primordial de la vida espiritual. Si te amas a ti mismo, no verás fallos en los demás. No sentirás la insuficiencia. Por eso, cuando sientas una carencia, ya sabes que ha llegado el momento de darte ese amor. Y cuando le encuentres defectos a tu pareja, has de saber que ha llegado el momento de darte amor a ti mismo.
Cuando buscamos amor fuera de nosotros mismos, siempre acabamos sintiéndonos frustrados y traicionados. Nuestros egos les exigen a los demás la alimentación y la seguridad que sólo nosotros nos podemos ofrecer; y, después, cuando los demás no satisfacen nuestras necesidades, nos sentimos rechazados y traicionados.
En este dramático ciclo nunca hay un final feliz. Cada unión acaba en una tragedia. No porque el amor sea imposible o trágico por naturaleza, sino porque la persona que intenta amar es la que necesita el amor.
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