Autor: Kajkan Felipe Mejia Sepet
Consejo de Autoridades Ancestrales Mayas “Kaji’ Imox – B’eleje’ K’at”
Cada persona a través de su cuerpo-mente-corazón-wäch q’iji (nawal) tiene diferente actitud ante la vida interior y exterior, además de influir en ella su entorno, su medio ambiente. Es por ello que también existe otra forma de ver las enfermedades.
La enfermedad es inevitable cuando la vida pierde significado y se olvida de que se está conectado al “todo”. El miedo o la pérdida de la persona amada, la pérdida de la alegría y la confianza en si mismo perjudican la salud. De esa manera que la vida-energía comienza a retirarse del cuerpo. Así que, lo que puede ser “enfermedad” para la medicina occidental, pueden ser fenómenos de problemas básicos en la vida.
La pérdida de la energía básica es la causa principal de enfermedad y de muerte. El q’ij alaxïk o wäch q’ij (nawal), la luz, la estrella o el destino que le fue otorgada al ser humano desde el día de su nacimiento pierde su sol, su luz (pierde su norte) de distintas maneras según lo vemos desde la cosmovisión maya. Eso no lo mencionan los libros de medicina occidental moderna; pero la “violación” de la armonía y el equilibrio de la persona que se manifiesta a través de su wäch q’ij se reflejará con pesimismo, disminución inmunológica, cáncer, diabetes y muchas otras enfermedades de suma gravedad. Esto ocurre después de algún grave fracaso sentimental, profesional, alguna impresión bastante fuerte, un estado mental negativo o algún otro tipo de ruptura significativa.
En ese momento es que interviene el la Ajq’ij (guía espiritual maya) y es quien crea un enlace invisible de poder con los seres superiores y con quien va a curar. Los rituales, los instrumentos, los materiales ceremoniales, las maniobras médicas para el cuerpo, los ruegos, la concentración mental, la medicina usada ancestralmente son el refuerzo de la ceremonia de curación del que hará uso en ese momento. Hay quienes llaman amor a ese vínculo pues surge del deseo de ayudar con todo el corazón y sanar completamente a los demás.
Como seres humanos que vemos la realidad de cierta manera, hemos invertido nuestra fe en lo que nuestros sentidos nos indican que es real. En la sociedad es real la cirugía, los medicamentos y, hasta cierto punto, las vitaminas. Pero por otra parte, lo real es la música ancestral, los tambores, el uso de objetos curativos, el limpiar en puntos específicos, el uso de cristales, de plantas medicinales, etc. Todo lo mencionado contiene energía, a menudo bastante imperceptible, pero es distinguida por los sentidos y, por lo consiguiente, determina cambios físicos. Sin embargo, además del poder de los sentidos, los ajq’ija’ reconocen que el poder del corazón, las palabras y el escuchar atentamente a las personas influye demasiado en la vida del curado. Esa misma actitud de enlace es como el la ajq’ij se comunica con todas las manifestaciones de la naturaleza y el universo en general.
El curador que se duele con el herido, la mujer o el hombre conocedor de la fuerza espiritual (energía), facilita el momento de la unión entre el curador y el curado, alcanzando las dimensiones interiores del espíritu con su propia fuerza de voluntad. De este modo, mostrando el camino, el curador ayuda al curado a recordar lo olvidado, del que muchas veces ha surgido su enfermedad.
El ajq’ij que viaja por el mundo del espíritu, de la intangibilidad y conoce el mundo de los sueños sabe que la mente y su fuerza genera el más cruel de los dolores, puede paralizar y matar con el convencimiento que el mismo ser humano genera desde si mismo. Son incontables los casos de personas que fallecen, no a causa de su enfermedad, sino del miedo. Buscan apoyo en la medicina de uso común y respuestas que las puedan orientar en su viaje a través de la enfermedad, pero con demasiada frecuencia no las encuentran.
La fuerza de la mente positiva entonces, tiene mucho que ver con el recurso curativo. No hay nada escrito en la historia de la medicina, ni en los descubrimientos de la ciencia moderna que lo contradiga. La información que poseemos sobre la salud y la enfermedad proviene en mayor o menor grado a través de los sueños, las visiones y otros productos del corazón y de la mente que a cualquier otro fenómeno.
Existe una realidad inseparable entre la mente y el cuerpo, y eso puede generar control fisiológico. Ningún pensamiento se deja de marcar corporalmente; ninguna señal corporal tiene lugar sin ser registrada por la mente.
Los instrumentos destinados para utilizar la imaginación con propósitos curativos y diagnósticos reciben nombres distintos. Pueden ser conocidos como hipnosis, trance, meditación, viajes chamánicos, oración, etc. Sea cual sea su nombre, lo que se necesita en el momento es abrir un pequeño espacio dentro del mundo ordinario, dentro de la realidad como la percibimos para poder oír de un modo inconsciente los mensajes procedentes del propio complejo cuerpo/mente/corazón/wäch q’ij. Ese pequeño espacio permite una comunicación con una mente conectada al universo, un poder superior, una consciencia colectiva, aquello que da sentido (na’oj), sustancia (ruk’u’ux) y orientación (ruchojmil qab’ey) a la vida. Dicho momento en sí constituye el inicio y el propósito de la curación.
Lo más importante del mundo de la espiritualidad maya y del mundo en general debiera ser el aprender a respetar la particularidad del camino de cada persona, así como debiera respetarse el entorno, la naturaleza ya que somos parte de un “todo”. La realidad es que una misma enfermedad es distinta y con propósito diferente en las personas. Pero sea cual sea el método de tratamiento, debe utilizarse con compasión, amor y buen juicio.
De eso surge algunos compromisos que debieran implementar en su vida cada ajq’ij:
Compartir el conocimiento que reciben de la gente que auxilian, porque de esa manera se liberan del cúmulo de energía que han captado, además de cooperar en la creación de un sistema unificado para ayuda colectiva en el futuro.
Satisfacer la necesidad de la tarea de innovación que el wäch q’ij del ajq’ij trae por misión el cual se adquiere en la convivencia y el intercambio con otros ajq’ija’ ya que de esa manera también puede obtener varios puntos de vista en relación a la curación. Cuando existe frustración en el la ajq’ij es porque absorbe la energía del curado el cual puede conducirlo al desastre si no sabe reencauzarlo.
Ser capaz de ayudar a las personas a alcanzar mayor claridad de conciencia y que a través de su enfermedad y curación pueda obtener la paz y la armonía. Sobre todo, que el mismo ajq’ij primeramente trabaje en su propio equilibrio y armonía para ser consecuente no solo con sus palabras sino también con su actitud.
No debe aumentar la confusión y el sufrimiento del afectado para su propio beneficio.
El trabajo del ajq’ij es comunal y por lo tanto debe tener en cuenta el juicio de los demás porque ha adquirido un compromiso de servir y no podría “servir” si no es porque los demás lo respetan y creen en él-ella . Su trabajo como fisioterapeuta tiene una importante fuente de poder. De tal compromiso es que surge la imagen de que dicha persona es una autoridad en su comunidad.
Todos los ajq’ija’, así como tienen el derecho de ejercer la misión encomendada desde la especialidad de su día de nacimiento sin que otra práctica espiritual las condicione, así también tienen el compromiso de buscar el raxnaqil (una persona completa-la perfección), y así ser él-la ser human@ a quien todos tengan como un ejemplo bueno de imitar y seguir.
En un mundo en el que todo está siendo cada vez más confuso y más oscuro, esa debiera ser la misión de cada uno de los ajq’ija’, ser el reflejo de la luz que el Creador nos ha confiado a través de nuestro Ch’umilal (la luz de nuestro destino) para curar, no solo el cuerpo físico sino también apoyar en la trascendencia de nuestros hermano@s.
Iximché, Tecpán Guatemala, enero de 2009
i El q’ij alaxïk o wäch q’ij: es lo que comúnmente se le denomina nawal en algunas áreas del territorio maya y por personas que aún no están inmersas en la práctica de la cosmovisión maya, sobre todo en el uso de algún idioma maya.
Consejo de Autoridades Ancestrales Mayas “Kaji’ Imox – B’eleje’ K’at”
Cada persona a través de su cuerpo-mente-corazón-wäch q’iji (nawal) tiene diferente actitud ante la vida interior y exterior, además de influir en ella su entorno, su medio ambiente. Es por ello que también existe otra forma de ver las enfermedades.
La enfermedad es inevitable cuando la vida pierde significado y se olvida de que se está conectado al “todo”. El miedo o la pérdida de la persona amada, la pérdida de la alegría y la confianza en si mismo perjudican la salud. De esa manera que la vida-energía comienza a retirarse del cuerpo. Así que, lo que puede ser “enfermedad” para la medicina occidental, pueden ser fenómenos de problemas básicos en la vida.
La pérdida de la energía básica es la causa principal de enfermedad y de muerte. El q’ij alaxïk o wäch q’ij (nawal), la luz, la estrella o el destino que le fue otorgada al ser humano desde el día de su nacimiento pierde su sol, su luz (pierde su norte) de distintas maneras según lo vemos desde la cosmovisión maya. Eso no lo mencionan los libros de medicina occidental moderna; pero la “violación” de la armonía y el equilibrio de la persona que se manifiesta a través de su wäch q’ij se reflejará con pesimismo, disminución inmunológica, cáncer, diabetes y muchas otras enfermedades de suma gravedad. Esto ocurre después de algún grave fracaso sentimental, profesional, alguna impresión bastante fuerte, un estado mental negativo o algún otro tipo de ruptura significativa.
En ese momento es que interviene el la Ajq’ij (guía espiritual maya) y es quien crea un enlace invisible de poder con los seres superiores y con quien va a curar. Los rituales, los instrumentos, los materiales ceremoniales, las maniobras médicas para el cuerpo, los ruegos, la concentración mental, la medicina usada ancestralmente son el refuerzo de la ceremonia de curación del que hará uso en ese momento. Hay quienes llaman amor a ese vínculo pues surge del deseo de ayudar con todo el corazón y sanar completamente a los demás.
Como seres humanos que vemos la realidad de cierta manera, hemos invertido nuestra fe en lo que nuestros sentidos nos indican que es real. En la sociedad es real la cirugía, los medicamentos y, hasta cierto punto, las vitaminas. Pero por otra parte, lo real es la música ancestral, los tambores, el uso de objetos curativos, el limpiar en puntos específicos, el uso de cristales, de plantas medicinales, etc. Todo lo mencionado contiene energía, a menudo bastante imperceptible, pero es distinguida por los sentidos y, por lo consiguiente, determina cambios físicos. Sin embargo, además del poder de los sentidos, los ajq’ija’ reconocen que el poder del corazón, las palabras y el escuchar atentamente a las personas influye demasiado en la vida del curado. Esa misma actitud de enlace es como el la ajq’ij se comunica con todas las manifestaciones de la naturaleza y el universo en general.
El curador que se duele con el herido, la mujer o el hombre conocedor de la fuerza espiritual (energía), facilita el momento de la unión entre el curador y el curado, alcanzando las dimensiones interiores del espíritu con su propia fuerza de voluntad. De este modo, mostrando el camino, el curador ayuda al curado a recordar lo olvidado, del que muchas veces ha surgido su enfermedad.
El ajq’ij que viaja por el mundo del espíritu, de la intangibilidad y conoce el mundo de los sueños sabe que la mente y su fuerza genera el más cruel de los dolores, puede paralizar y matar con el convencimiento que el mismo ser humano genera desde si mismo. Son incontables los casos de personas que fallecen, no a causa de su enfermedad, sino del miedo. Buscan apoyo en la medicina de uso común y respuestas que las puedan orientar en su viaje a través de la enfermedad, pero con demasiada frecuencia no las encuentran.
La fuerza de la mente positiva entonces, tiene mucho que ver con el recurso curativo. No hay nada escrito en la historia de la medicina, ni en los descubrimientos de la ciencia moderna que lo contradiga. La información que poseemos sobre la salud y la enfermedad proviene en mayor o menor grado a través de los sueños, las visiones y otros productos del corazón y de la mente que a cualquier otro fenómeno.
Existe una realidad inseparable entre la mente y el cuerpo, y eso puede generar control fisiológico. Ningún pensamiento se deja de marcar corporalmente; ninguna señal corporal tiene lugar sin ser registrada por la mente.
Los instrumentos destinados para utilizar la imaginación con propósitos curativos y diagnósticos reciben nombres distintos. Pueden ser conocidos como hipnosis, trance, meditación, viajes chamánicos, oración, etc. Sea cual sea su nombre, lo que se necesita en el momento es abrir un pequeño espacio dentro del mundo ordinario, dentro de la realidad como la percibimos para poder oír de un modo inconsciente los mensajes procedentes del propio complejo cuerpo/mente/corazón/wäch q’ij. Ese pequeño espacio permite una comunicación con una mente conectada al universo, un poder superior, una consciencia colectiva, aquello que da sentido (na’oj), sustancia (ruk’u’ux) y orientación (ruchojmil qab’ey) a la vida. Dicho momento en sí constituye el inicio y el propósito de la curación.
Lo más importante del mundo de la espiritualidad maya y del mundo en general debiera ser el aprender a respetar la particularidad del camino de cada persona, así como debiera respetarse el entorno, la naturaleza ya que somos parte de un “todo”. La realidad es que una misma enfermedad es distinta y con propósito diferente en las personas. Pero sea cual sea el método de tratamiento, debe utilizarse con compasión, amor y buen juicio.
De eso surge algunos compromisos que debieran implementar en su vida cada ajq’ij:
Compartir el conocimiento que reciben de la gente que auxilian, porque de esa manera se liberan del cúmulo de energía que han captado, además de cooperar en la creación de un sistema unificado para ayuda colectiva en el futuro.
Satisfacer la necesidad de la tarea de innovación que el wäch q’ij del ajq’ij trae por misión el cual se adquiere en la convivencia y el intercambio con otros ajq’ija’ ya que de esa manera también puede obtener varios puntos de vista en relación a la curación. Cuando existe frustración en el la ajq’ij es porque absorbe la energía del curado el cual puede conducirlo al desastre si no sabe reencauzarlo.
Ser capaz de ayudar a las personas a alcanzar mayor claridad de conciencia y que a través de su enfermedad y curación pueda obtener la paz y la armonía. Sobre todo, que el mismo ajq’ij primeramente trabaje en su propio equilibrio y armonía para ser consecuente no solo con sus palabras sino también con su actitud.
No debe aumentar la confusión y el sufrimiento del afectado para su propio beneficio.
El trabajo del ajq’ij es comunal y por lo tanto debe tener en cuenta el juicio de los demás porque ha adquirido un compromiso de servir y no podría “servir” si no es porque los demás lo respetan y creen en él-ella . Su trabajo como fisioterapeuta tiene una importante fuente de poder. De tal compromiso es que surge la imagen de que dicha persona es una autoridad en su comunidad.
Todos los ajq’ija’, así como tienen el derecho de ejercer la misión encomendada desde la especialidad de su día de nacimiento sin que otra práctica espiritual las condicione, así también tienen el compromiso de buscar el raxnaqil (una persona completa-la perfección), y así ser él-la ser human@ a quien todos tengan como un ejemplo bueno de imitar y seguir.
En un mundo en el que todo está siendo cada vez más confuso y más oscuro, esa debiera ser la misión de cada uno de los ajq’ija’, ser el reflejo de la luz que el Creador nos ha confiado a través de nuestro Ch’umilal (la luz de nuestro destino) para curar, no solo el cuerpo físico sino también apoyar en la trascendencia de nuestros hermano@s.
Iximché, Tecpán Guatemala, enero de 2009
i El q’ij alaxïk o wäch q’ij: es lo que comúnmente se le denomina nawal en algunas áreas del territorio maya y por personas que aún no están inmersas en la práctica de la cosmovisión maya, sobre todo en el uso de algún idioma maya.
1 comentario:
Simplemente impresionante, algo mueve mi ser con las palabras escritas y con la musica de fondo, gracias por este momento tan especial que pase.
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