sábado, 14 de agosto de 2010

Dar a Luz a nuestra propia totalidad


Entrar en la matriz de lo femenino, honrar algo tan sagrado y simple como la sabiduría de la vida, es un verdadero reto. 

 Sin embargo, dado que nos encontramos al borde del abismo de una crisis global, requerimos de esta sabiduría más de lo que nos imaginamos. ¿Cuántas veces ha estado este mundo al borde de la extinción? ¿Cuántas veces, en sus millones de años de existencia, se ha encontrado ante un desastre? En el momento actual hemos creado nuestro propio desastre a partir de nuestra ignorancia y codicia, y el primer paso es pedirle ayuda a nuestra madre y escuchar su sabiduría. Entonces veremos que nos encontramos en un entorno muy diferente del que nos imaginamos actualmente. Descubriremos que están teniendo lugar cambios en las profundidades de la creación, de los cuales formamos parte, y que la contaminación y el dolor que hemos causado son parte de un ciclo de vida que implica su propia destrucción aparente. No estamos aislados, ni siquiera cuando nos equivocamos. Formamos parte de la creación en su totalidad, aunque hayamos negado el todo. En nuestra arrogancia desmedida nos hemos separado de la vida y, sin embargo, jamás podremos estar separados. Esto es sólo una ilusión del pensamiento masculino. La separación no existe. Es sólo un mito creado por el ego.
 
Todas las cosas forman parte del todo, las equivocaciones y los desastres incluidos. Una vez que recobremos esta simple conciencia, descubriremos que están teniendo lugar cambios que requieren de nuestra participación, que necesitan que estemos presentes. Veremos que el eje de la creación se está desplazando, que algo está naciendo y se está manifestando de una nueva forma. Estamos renaciendo, no en el sentido de algo separado, sino como un todo completo. No disponemos de imágenes provenientes de nuestra conciencia masculina que nos permitan imaginarnos cómo sería, pero eso no quiere decir que no esté ocurriendo. Hay algo en nuestro interior que sabe que la era presente ya ha pasado, que la época de la separación está llegando a su fin. Actualmente, lo sentimos más claramente en su aspecto negativo, en la percepción de que las imágenes de la vida ya no nos sustentan, que el consumismo está matando a nuestra alma y al planeta. Y, sin embargo, existe algo justo detrás del horizonte, como un amanecer que podemos presentir, aunque no lo podamos ver.

 Y este amanecer porta una luz, y esta luz nos está llamando, llamando a nuestras almas, aunque aún no llame a nuestras mentes. Y nos pide que le demos la bienvenida, que le demos vida. Y si nos atrevemos a hacerlo, a darle el "sí" a este amanecer, descubriremos que esta luz se encuentra dentro de nosotros, y que algo está cobrando vida en el interior de cada uno de nosotros. Formamos parte de un misterio compartido: somos la luz oculta en la materia que está siendo despertada.

Durante demasiados siglos hemos permanecido atrapados en el mito de la separación, hasta que nos hemos quedado aislados los unos de los otros y de las energías de la creación que nos sustentan. Pero ahora hay una luz creciente que porta el conocimiento de la unidad, la unidad que cobra vida a través del sello divino. Esto es lo que se nos está devolviendo. Esta es la luz que está despertando. La luz de la unidad es un reflejo de la unidad divina de la vida, y cada uno de nosotros es una expresión directa de esta unidad. Y esta unidad no es una idea metafísica, sino algo muy simple y ordinario. Se encuentra en cada respiración, en el batir de alas de cada mariposa, en cualquier trozo de basura de las calles urbanas. Esta unidad es vida, una vida que ya no se experimenta únicamente a través de la visión fragmentada del ego, sino que se reconoce desde el corazón, se siente en el alma. Esta unidad es el latir del corazón de la vida. Es el reconocimiento de la creación hacia su Creador. En esta unidad la vida se celebra a sí misma y celebra su origen divino.

La naturaleza femenina conoce esta unidad. La siente en su cuerpo, en su sabiduría instintiva. Conoce su interconexión del mismo modo que sabe cómo alimentar a sus propios hijos. Y, sin embargo, hasta ahora, esta sabiduría no ha portado la luz brillante de la conciencia masculina. Se ha mantenido oculta con ella, en la oscuridad de su yo instintivo. Y parte de su dolor ha sido que no ha sabido cómo usar su sabiduría en el mundo racional y científico en que vivimos. En lugar de valorar su propia sabiduría, ha jugado los juegos de lo masculino, imitando su forma de pensar, dejando a un lado su conocimiento de cómo todo está interrelacionado y su capacidad de percepción innata para captar los esquemas inmanentes a la creación.

Ha llegado la hora de que esta sabiduría de lo femenino se combine con la conciencia masculina, de manera que esta nueva forma de entender la totalidad de la vida se pueda utilizar para ayudarnos a sanar nuestro mundo. Las soluciones científicas de las que disponemos en la actualidad proceden de los instrumentos masculinos de análisis, precisamente del mismo concepto mental, basado en la separación, que ha causado los problemas. No podemos permitirnos el lujo de aislarnos una vez más del todo, y el hecho de que nuestros problemas sean globales lo ilustra. El calentamiento global no es tan sólo una imagen científica o un concepto, sino que es una realidad dramática. Combinando la sabiduría masculina con la femenina podemos llegar a entender las relaciones existentes entre las partes y el todo y, si escuchamos, podremos oír que la vida nos está explicando cómo corregir este desequilibrio.

Existe una luz en la vida, conocida entre los alquimistas como lumen naturae, que puede hablarnos, que puede hablar a la luz de nuestra conciencia. Existe un diálogo primario de luz a luz, conocido por todas las sanadoras y sanadores, que tiene lugar cuando escuchan al cuerpo de sus pacientes y le permiten comunicarse con ellos: permiten que su luz le hable a la luz que se encuentra dentro de ellos. A través de este diálogo de luz saben dónde tienen que colocar las manos, qué hierbas se requieren, qué puntos se deben presionar. A esta comunicación directa se añaden los conocimientos de sanación que hayan adquirido, lo cual da lugar a una alquimia capaz de redespertar la energía del paciente, de resintonizar el cuerpo con el alma. Así se producen las sanaciones verdaderas, y lo que es válido para un individuo, lo es también para el mundo, excepto que en este caso somos las dos cosas: pacientes y sanadores. Las heridas del mundo y su desequilibrio son nuestras heridas y nuestro desequilibrio, y disponemos en nuestro interior de la sabiduría y del entendimiento necesarios para volver a equilibrarnos a nosotros y al mundo. Esto forma parte del misterio de la totalidad de la vida.

Lo femenino nos puede ayudar a entender cómo todas las diferentes partes de la vida están relacionadas las unas con las otras, a comprender cuáles son sus esquemas de relación, las interconexiones que nutren la vida. La naturaleza femenina puede ayudarnos a reconocer conscientemente lo que ella sabe instintivamente: que todo es parte de un todo vivo, orgánico, en el cual las partes de la creación se comunican las unas con las otras, y que cada célula de la creación expresa el todo de un modo único. 

El conocimiento de la totalidad orgánica de la vida proviene de la sabiduría instintiva de lo femenino, pero, si se combina con la conciencia masculina, entonces se puede comunicar en palabras, no sólo en sentimientos. Podemos combinar los conocimientos procedentes de la mente y de los sentidos con la sabiduría interior. De este modo, podremos recibir un proyecto para el planeta que nos permita vivir en armonía creativa con todo lo vivo.

Extracto del libro, El retorno de lo femenino y el alma del mundo
Llewellyn Vaughan-Lee

 


No hay comentarios: