El juego es natural para los niños. Ellos pasan días enteros ocupados en actividad gozosa. Como adulto, a menudo nos sumerjimos en la seriedad de la vida y perdemos el contacto con el niño en nosotros a quien le encanta divertirse.
Mas cuando nos permitimos jugar, nos sentimos vinculados con el Espíritu. Disfrutamos del lado ameno de la vida. Ésta se torna más divertida al no enfocar nuestra atención en el estrés o las preocupaciones.
Cuando me dirijo a mi interior, me uno de nuevo con mi espíritu alegre. Disfruto de la felicidad que cada día me ofrece. Cuando dejo ir y dejo a mi Padre-Madre Divino actuar, ¡disfruto de la vida y de todo el gozo que me brinda!
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