Podemos empezar a pensar en lo que significa el momento en que emprendemos nuestro camino Espiritual, nuestra busqueda y el encuentro con nosotros mismos, pero quizá haga falta reflexionar en lo que sucedió antes de todo ello, de nuestro cambio de vida y de la transfomación de nuestra Alma, para comprenderla mejor...
Subir una montaña es un ejercicio fuerte. Físicamente nos puede dejar extenuados, agotados. A lo largo de la subida hay momentos en los que pensamos que ya no podemos más. Parece que las piernas se negasen a seguir avanzando. Hasta la mirada se nos cae y dejamos de mirar a lo alto. Ya sólo nos cabe mirar al metro justo de espacio que hay delante de nuestros pies. Se trata de dar el siguiente paso con la mayor firmeza posible, de no caernos. Se trata, en suma, de seguir adelante. No hay otro objetivo. No hay tiempo ni capacidad para mirar atrás y ver lo que se ha subido o contemplar el paisaje que se va formando a nuestra espalda según vamos subiendo más y más.
Subir una montaña es un verdadero esfuerzo en el que la persona da todo lo que tiene. Incluso más de lo que ella misma piensa que tiene. De hecho, cuando se vive esa experiencia de agotamiento, aunque parezca increíble, se sigue caminando, se sigue adelante. Y se termina llegando a lo alto. Agotados, sin fuerzas, sin aliento, la persona se detiene por vez primera sabiendo que no hay más subida, que se ha terminado. Entonces, se contempla por primera vez la montaña, el paisaje, la altura. Todo se ve de otra manera. Es como si la subida hubiese supuesto una auténtica purificación. Por el camino se ha ido dejando todo lo que nos hacía difícil la subida. Desde lo alto se puede contemplar lo que desde abajo no se ve.
Es posible que muchos sintamos no haber tenido una experiencia de transformación como la de los apóstoles, por ejemplo. Pero también es verdad que a muchos se nos ha olvidado que seguir el camino a nuestro encuentro tiene mucho de subir a una montaña, que ser un verdadero discipulo de la vida es un camino de exigencia, de entrega, de negación de uno mismo, para lanzarse a la construcción de un mundo mejor. Se nos ha olvidado que hay momentos muy duros en los que seguir amando y servir a los demás es una experiencia muy dura y difícil. Pero precisamente ahí es donde se demuestra la fuerza de la Fe.
Es tiempo de ponernos serios con nuestra vida Espititual. Hay que mirar de frente al camino, reconocer que es cuesta arriba y ser conscientes del esfuerzo que vamos a tener que hacer si queremos llegar a la meta. Vale la pena. Desde arriba, al final del camino, comprenderemos el sentido de muchas situaciones y encuentros a los que hoy no se lo vemos. Arriba veremos a el Alma transformada-resucitada. Y miraremos alrededor y veremos la belleza de la creación transformada-unificada. Entenderemos y sentiremos lo que hasta entonces habrá sido en muchos momentos apenas una esforzada y agónica afirmación de Fe: “Si nuestro Padre está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” Nos reiremos de nuestros miedos y nuestras dudas. Y sonreiremos llenos de alegría.
Pero ahora estamos en el camino. Es tiempo de darlo todo. De dar la vida y de entregar lo que nos resulta más querido. Entregarnos a nosotros mismos, en la entrega nos da el valor de seguir adelante. Aunque estemos tan cansados que no tengamos fuerza para levantar la vista.
Subir una montaña es un verdadero esfuerzo en el que la persona da todo lo que tiene. Incluso más de lo que ella misma piensa que tiene. De hecho, cuando se vive esa experiencia de agotamiento, aunque parezca increíble, se sigue caminando, se sigue adelante. Y se termina llegando a lo alto. Agotados, sin fuerzas, sin aliento, la persona se detiene por vez primera sabiendo que no hay más subida, que se ha terminado. Entonces, se contempla por primera vez la montaña, el paisaje, la altura. Todo se ve de otra manera. Es como si la subida hubiese supuesto una auténtica purificación. Por el camino se ha ido dejando todo lo que nos hacía difícil la subida. Desde lo alto se puede contemplar lo que desde abajo no se ve.
Es posible que muchos sintamos no haber tenido una experiencia de transformación como la de los apóstoles, por ejemplo. Pero también es verdad que a muchos se nos ha olvidado que seguir el camino a nuestro encuentro tiene mucho de subir a una montaña, que ser un verdadero discipulo de la vida es un camino de exigencia, de entrega, de negación de uno mismo, para lanzarse a la construcción de un mundo mejor. Se nos ha olvidado que hay momentos muy duros en los que seguir amando y servir a los demás es una experiencia muy dura y difícil. Pero precisamente ahí es donde se demuestra la fuerza de la Fe.
Es tiempo de ponernos serios con nuestra vida Espititual. Hay que mirar de frente al camino, reconocer que es cuesta arriba y ser conscientes del esfuerzo que vamos a tener que hacer si queremos llegar a la meta. Vale la pena. Desde arriba, al final del camino, comprenderemos el sentido de muchas situaciones y encuentros a los que hoy no se lo vemos. Arriba veremos a el Alma transformada-resucitada. Y miraremos alrededor y veremos la belleza de la creación transformada-unificada. Entenderemos y sentiremos lo que hasta entonces habrá sido en muchos momentos apenas una esforzada y agónica afirmación de Fe: “Si nuestro Padre está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” Nos reiremos de nuestros miedos y nuestras dudas. Y sonreiremos llenos de alegría.
Pero ahora estamos en el camino. Es tiempo de darlo todo. De dar la vida y de entregar lo que nos resulta más querido. Entregarnos a nosotros mismos, en la entrega nos da el valor de seguir adelante. Aunque estemos tan cansados que no tengamos fuerza para levantar la vista.
Cuando comprendemos esto vivimos la entrega del Amor Incondicional, construimos fraternidad allí donde estemos, el desencuentro, el egoísmo y tantas otras formas de muerte de nuestro Espiritu. Seguir, es amar y respetar la vida y así construir una nueva sociedad para todos. Ser Espiritual es avanzar cuesta arriba, es servicio, entrega y sacrificio, es luchar contra nuestros propios egos, es reconocernos, aceptarnos tal como somos, y de esta manera abrazar el perdon, encontrar la Verdad de nosotros mismos, regresar a nuestros Origenes Divinos. A veces, en el camino se pierde el resuello, no se ve el sentido de lo que hacemos, pero creemos, y estamos convencidos de que vale la pena.
Tenemos Fe y la confianza de dar un paso mas... solo eso, un paso mas... sin detenerse
Tenemos Fe y la confianza de dar un paso mas... solo eso, un paso mas... sin detenerse
2 comentarios:
Hola Akatzin,muy linda tu nota,tener fe y confianza,muy bueno,yo acompañando al tiempo, me paso por este tu lugar de visita, para disfrutar de tus entradas en tu blog que siempre sigo y que tanto disfruto,es un espacio tan bonito y hace bien leerte...
Tienes una invitacion a mi blog Cuentos y Orquideas para si quieres, leer mi nueva fabula.Te saludo como siempre con un gran abrazo,mucha luz y hasta pronto...
Lely muchas gracias por tus visitas, es un placer escribir y que esto pueda tocar almas. Un fuerte abrazo para vos.
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