Nube Gris hizo sentar a Yuhú en el suelo y tomar un puñado de tierra, la arrugada mano acompañó a la joven hasta el corazón del adolescente. La anciana le hizo pronunciar el saludo con el que los hijos daban siempre los buenos días a sus madres y luego, continuo diciendo: Hijo, tu corazón está hecho de esta misma tierra, por eso ella siempre te amará como una madre; en ningún lugar dejarás de pisar su esencia, no te abandonará ni de noche ni de día. Un silencio profundo acompañó, en el camino hacia el centro del amor, a estas palabras.
Los pájaros del bosque con su alegría llamaban a la vida Amor..Las ramas y las hojas de los árboles jugueteaban con las luces del alba. La anciana tomó la mano libre del joven y la dejó besar por la clara luz del sol. Hijo, tu fuerza esta hecha de esta luz, sin ella tu corazón no puede latir, por eso el sol siempre habitará en tu interior, es la fuerza del padre. Dicho esto, comprimió esta mano sobre la primera hasta que Yuhú pudo sentir en ambas los latidos del corazón. En tu mano derecha está la fuerza y en tu izquierda la ternura, en tu corazón un latido es de padre y otro de madre, hijo, busca la sabiduría que te proporcionará el equilibrio, busca en la experiencia la prueba que da la sabiduría. Nube Gris tomó las dos manos del adolescente entre las suyas y depositó un beso, tan lleno de ternura que fue como sentir un aletear de mariposa entre los dedos.
Las dos figuras se integraron de nuevo en la dinámica del bosque y, caminaron hasta llegar a un pequeño claro dominado por la sombra. En él las gotas del rocío estaban aún en plena vida, y el musgo cubría de terciopelo unas piedras sobre las que caían, gota a gota, el agua de un minúsculo manantial.Hijo, ahora escucharás la historia de la tierra, las gotas de agua de este manantial te la contarán. El muchacho se acercó hasta poder escuchar el impacto de las lágrimas de agua sobre las verdes piedras. Tras un largo silencio de palabras el joven dijo: Abuela, no entiendo su lenguaje, me esfuerzo, pero su mensaje no me llega. La anciana llevó las manos de Yuhú al corazón del adolescente. Hijo, no es con los oídos con lo que debes escuchar...
Una melodía lejana, casi inaudible, empezó a llegar esquivando los propios latidos del corazón. Era como ruido de lluvia, pero no llovía fuera.
- Abuela, ¿qué es esto...?, ¿lo escuchas tú también?
- Lo escuché.
- Siento como si lloviese dentro de mí
- Hijo, aparte de fuego y tierra, tú también eres agua
- Entonces, ¿por qué tengo a veces sed?
- Es la esencia del agua fluir, tal como viene se va.
- ¿Qué sentido tiene algo que no permanece, que huye… podemos confiar en ella?
- El agua guarda un gran secreto...
- Pero si está en todas partes...¿quién va a dar un secreto a algo tan descontrolado?
- El Gran Espíritu, en su inmensa sabiduría, depositó en el agua la historia de la tierra, de todas las tierras…
- Cuéntame, abuela...
-Todos los ríos van a parar al gran mar. Sus aguas han visto, sentido e incluso disuelto en ellas mismas el largo camino recorrido tierra adentro. Han sentido la vida vegetal y animal en su seno, han visto tu cara, hijo, reflejada en su superficie. Todo ello lo vuelcan en el gran mar, allí el padre sol le da al agua la fuerza para volar, y en medio del azul del cielo, escucha lo que el aire le dice...
- ¿También el aire me puede hablar?
- Ya sabes lo que hay que hacer... escucha con el corazón. Aparte de fuego, tierra y agua, tú, hijo, también eres aire.
- ¿Dónde está ese aire dentro de mí?
- En tus pulmones y en tus venas.
- Lo escucharé.
- El agua se convierte después en nube…
- En nube gris como tú, abuela.
- Hay nubes para vestir de algodón el cielo, y nubes grises para devolver el agua a la tierra.
- ¿Por qué llevas ese nombre?
- Porque mi misión en la vida es mojar la tierra seca de la ignorancia con la sabiduría que trae el agua, con la historia de todas las tierras.
- Abuela, ¿estás lloviendo sobre mí...?
La anciana sin decir palabra depositó un beso en la frente de su nieto, con la misma dulzura que la fina lluvia besa la tierra. Los dos emprendieron el camino de regreso .Cuando, desde lo alto de una ladera, pudieron vislumbrar su poblado, Yuhú dijo, frunciendo el ceño, como intentando comprender con toda la fuerza de su mente: Abuela, si quitásemos el fuego, la tierra, el agua y el aire.... ¿qué quedaría?. La anciana, como si estuviese ante un discípulo aventajado, contestó con una pregunta: Hijo mío, ¿qué había en tu corazón antes de poder sentir el fuego, la tierra, el agua y el aire...?
Autor: Carlos González Pérez
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1 comentario:
Saludos y un mar de Bendiciones en vuestro camino querida hermana, gracias por visitar este tu espacio.
Akatzin
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