“El Fuego lo consideraban sagrado, porque creían que el fuego servía de comunicación entre Dios y el hombre, por este motivo encendían el fuego por medio de unos panecillos de resina que llaman Pom, pero antes de principiar la liturgia, se hincaban viendo hacia el oriente y besaban al Sol, para lo cual lanzaban la palma de la mano hacia el sol y la regresaban para besar el frente de los dedos; así lo hacían poniéndose hacia los demás puntos cardinales alrededor del altar primitivo. Hecho esto, encendían la llama y la avivaban echando más pom, candelas, azúcar, chocolate, y a veces bebidas alcohólicas. En sus plegarias, quejas, súplicas, se dirigían directamente a la llama, porque pensaban que por ese medio de comunicación, Dios oye sus plegarias. En los ritos solemnes sacrificaban animales como gallos, animales silvestres primero con la sangre, y después se llevaban el cuerpo del animal, lo cocían para la comida.”
La ceremonia se comienza cuando los materiales y ofrendas están ya dispuestas en su lugar. Lo primero que se hace es un círculo con azúcar y haciendo la cruz maya en su interior señalando los cuatro puntos cardinales, luego se va colocando el pom, bien arreglados haciendo una pirámide hasta que se terminen. Luego se colocan los otros materiales, las candelas, el ocote, chocola te, miel, yerbas. Cuando está esto arreglado el ajq’ij invita para que todos los presentes se predispongan a empezar la ceremonia pidiéndoles concentración para que lo que se vaya a pedir se pida con mucha fe. Se enciende el fuego en el centro y de aquí en adelante se abre la mente del ajq’ij para ir viendo las señales e indicaciones que se le va dando en el transcurso de la ceremonia para que vaya compartiendo con todos los presentes, ya sea durante o después.
El Ajq’ij empieza a invocar al Corazón del Cielo, Corazón de la Tierra Tz’aqol, B’itol, pidiendo permiso y besando la tierra con mucha reverencia e invitando a los presentes a hacer lo mismo.
Sigue pidiendo y agradeciendo, llama a los abuelos para que se hagan presentes y formen el consejo para que puedan ayudar al necesitado que está hincado frente a ellos, conforme va encendiéndose el fuego, va también concentrándose más la energía de todos y es cuando el fuego empieza a hablar.
Sigue pidiendo y agradeciendo, llama a los abuelos para que se hagan presentes y formen el consejo para que puedan ayudar al necesitado que está hincado frente a ellos, conforme va encendiéndose el fuego, va también concentrándose más la energía de todos y es cuando el fuego empieza a hablar.
El ajq’ij va haciendo las preguntas conforme van pasando los días, ya que empieza a pagar con el cuilco y muchas veces se detiene en los días porque dan señales, pero esto es por la experiencia del ajq’ij, las preguntas también se pueden ir haciendo con el ocote, con las candelas, con huevo, o con el incienso o el azúcar que se va echando poco a poco. Llega un momento en que se satura a los presentes para quitar lo negativo o enfermedades o males que padecen, besan la hierba y lo ponen en el fuego. También hay momentos en que el ajq’ij da a los presentes un poco de incienso, cuilco para que pidan y lo coloquen en el fuego como ofrenda. Esto puede hacerse también con el ajonjolí, la mirra.
El Ajq’ij va removiendo el fuego cuando mira que baja de fuerza para seguir haciendo preguntas y leyendo señales. Cuando uno se concentra lo suficiente y conforme su participación es más constante, uno puede ir viendo señales en el fuego. Cuando ya el fuego se va terminando su fuerza y ya se ha removido muchas veces, se consume por completo todo y se apaga y así termina, el oferente se siente satisfecha por haber ofrecido al Ajaw y haber tenido contacto con los abuelos y haber satisfecho su pregunta o necesidad.
Chávez, Adrián Ines. K’iche’ Tz’ib’, 1974.
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