miércoles, 4 de noviembre de 2009

SABIDURIA DE LA VIGILIA: EL CONTROL, COMO HERRAMIENTA DEL MIEDO, AL SERVICIO DE LA MENTIRA PERSONAL




Queridos Hermanos:
Este ensayo fue escrito desde inmensas comprensiones obtenidas gracias a la reciente ceremonia estacional de Primavera, sumadas y unidas a otros eslabones de instrucción obtenidos dentro de los últimos meses. Doy las gracias eternas al Gran Espíritu y a la medicina del cariño. 
Con mucha humildad se los comparto, respondiendo y agradeciendo infinitamente  la generosa invitación de Claudio para publicarlo acá en el sitio, con la idea final de que estas palabras puedan ayudar a abrir procesos de conciencia a quien necesite y quiera ver....


Muy profundo dentro nuestro, aunque creamos que no tenemos miedos o que tenemos muy pocos, puede estar el afán de controlar todo lo que nos rodea, nuestra vida y la de otros, o nuestro comportamiento y el de los demás, para sentirnos seguros.

Seguros de qué?

La seguridad depende de nuestro juicio maestro, aquel que nos ha perseguido toda la vida porque un día decidimos creerle a alguien que era cierto lo que alguna vez dijo sobre nosotros, hiriéndonos de modo perpetuo, seguramente cuando éramos muy pequeños, quizás bebés. ¿Ejemplos? ‘La culpa es mía' ‘No me quieren y soy rechazado', ‘Vengo a molestar', ‘No soy lo suficientemente bueno', etc.

De acuerdo a este juicio, la seguridad se busca en el intento permanente de ser adecuados y correctos frente a los demás, de calcular todo para que nada falle ni en lo más mínimo, en el no ceder frente a eventos inesperados, en la introversión frente a la interacción social o en la planificación extrema, para que todo esté perfecto antes de dar el siguiente paso, no importa cuan grande o pequeño sea.

Cómo identificamos el control?

Cuando no fluimos, cuando resistimos, cuando no aceptamos que las cosas son distintas a lo que pensamos o queremos, cuando nos importa demasiado lo que el resto opinará acerca de nuestros actos, cuando la tensión nos gana y sentimos que si nos relajáramos y soltáramos, todo sería infinitamente más simple, pero no podemos. Cuando evitamos expresar lo que sentimos por miedo a ser criticados o rechazados; cuando supervisamos todo y "mandoneamos" al resto para asegurarnos de que las cosas no fallen y evitar ser culpados; cuando aguantamos más tiempo del deseado en un lugar o situación que no queremos sólo para evitar la condena de los demás; cuando no somos capaces de avanzar sin antes asegurarnos de que todo esté en lo que nosotros sentimos que son las condiciones absolutamente perfectas para tomar la siguiente decisión; cuando sólo pensamos en arreglarnos y vernos bien para que los otros nos encuentren lindos, nos quieran y nos acepten; cuando ayudamos a alguien calculadamente para que el otro nos agradezca, nos quiera y luego dependa de nosotros; cuando no nos permitimos equivocarnos para mantener la imagen perfecta; cuando planificamos inflexiblemente para evitarnos todos los imprevistos; cuando no toleramos que el otro sea o piense distinto a nosotros... Cuando suspiramos, resoplamos y nos damos cuenta que en una detención de esa marcha insana, soltamos el aire, los músculos y descansamos... ahí está el control, en todo su poder. El poder que nosotros mismos le otorgamos como herramienta de supervivencia.

Y de esta manera se definen personalidades que opacan nuestra esencia luminosa o que exacerban nuestras sombras. Así aparecen los estereotipos del tímido, la mandona, el miedoso, el autoexigente, el intolerante, la vanidosa, la correcta y adecuada, el maniático, etc.

Está claro que muchas veces podemos vernos actuando controladamente de manera circunstancial, pero es la repetición constante y prolongada de esta conducta, desde lo más evidente a lo más sutil, la que debemos observar para darnos cuenta y entrar en la conciencia de que nos hemos regido, durante más tiempo del que hubiéramos querido, por este mecanismo de defensa.


ENFERMEDADES ASOCIADAS AL CONTROL EN NUESTRAS VIDAS


Las personas que rigen sus vidas bajo distintos tipos de control, se ven expuestas a desarrollar desórdenes fisiológicos tales como Parálisis facial-corporal (parcial o total),  Parkinson o Depresión.

Todas estas enfermedades nos indican que el control juega o ha jugado un rol protagónico en nuestras vidas y vienen de manera aleccionadora a quebrar esos esquemas, puesto que nos ponen en un escenario donde justamente no podemos controlar de manera voluntaria como quisiéramos lo que sucede con la funciones de nuestro cuerpo y/o nuestras emociones. Nos dan precisamente aquello que menos queremos en nuestra vida y nos indican que es momento de darnos cuenta del daño que el control excesivo nos ha traído y que debemos provocar cambios significativos en nuestro espíritu para sanarnos y liberar al cuerpo y la mente de semejante carga.

En estos casos el control se somatiza en el cuerpo para abrirnos de manera traumática al descontrol.
En la parálisis de cuerpo o cara, sea parcial o total, el enfermo no puede controlar a voluntad sus extremidades, gestos o palabras, por más que su cerebro esté conscientemente dando la orden.
En la depresión, las emociones se salen completamente de control y el enfermo entra en la desesperación de no saber qué hacer para poder estabilizarse de manera libre y voluntaria.

El caso del Parkinson es parecido al de la parálisis, siendo esta última una fase que además llega de manera progresiva a medida que la enfermedad avanza crónicamente. En este caso la persona puede controlar el uso de las extremidades, pero no puede controlar voluntariamente el temblor permanente que las afecta.


Otros males físicos menos graves asociados al control omnipresente son el dolor de cuello provocado por tensión muscular cervical, el bruxismo y la migraña.

CAMINOS PARA QUE EL CONTROL ‘NO NOS CONTROLE'


Antes de intentar siquiera elaborar un plan para dejar atrás el control, lo más importante es darnos cuenta. Tomar conciencia y reconocer que existe una condición controladora en nuestros actos constantes, es el primer y más importante paso para poder entrar en acción.

Luego de este acto de infinita honestidad, amor y perdón hacia nosotros mismos por tantos años de carga y peso inútil sobre nuestros cuerpos y mentes, viene el momento de trabajar para liberarnos.

Para esto, el aprender a fluir con cada instante y circunstancia de la vida es esencial. Saber identificar en qué momento debemos soltar la cuerda tensa de la carga, con la que nos herimos y agotamos nuestra energía. Aceptar cada minuto como viene y como es, y escuchar lo que realmente dicen y piden nuestro corazón y nuestro cuerpo.

No es necesario demostrar que somos súper héroes o súper dotados, ni que somos modelos de belleza perfectamente bien comportados, o que tenemos todo bajo supervisión para no equivocarnos ni dar un paso en falso... Cuanto más temas que al resto le importará mucho, es porque realmente no le importará.

Y busca ayuda si sientes que necesitas guía para cambiar desde esta nueva conciencia. Entrégate con humildad. Nadie juzgará que eres más débil o que no sabes caminar tu vida porque te has dado cuenta de algo fundamental y quieres reprogramar tu coherencia.

Simplemente respira, relájate, alégrate por el enorme avance logrado y haz lo que tienes que hacer para que tu cambio se materialice. Nadie pide que sea automático e instantáneo, pues deberás reeducar muchos años de actuar bajo el mismo patrón, pero el primer paso será el comienzo de tu nuevo andar, para nacer otra vez, al ritmo del tiempo perfecto, desde tu voluntad fluida y aceptando como regalo de valor infinito cada comprensión que llegue a tu corazón, como una cascada de cambios luminosos, en armonía con la memoria y el recuerdo grabado del ser puro que eras antes de venir a aprender cómo vive y muere un humano.∞

Fuente: http://www.fsichile.cl

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