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lunes, 6 de septiembre de 2010

Menstruación: La sabiduría oculta. Los peligros de la píldora anticonceptiva y tampones convencionales.


La menstruación es muchísimo más que una manifestación física: es una fuente de creatividad, intuición, espiritualidad y conocimiento interior.

Hablar de la regla siempre se ha considerado poco elegante, un atrevimiento y desde luego no merece el mínimo prestigio. Ya es hora de acabar con tanto despropósito.

Este documento pretende DES-ESTIGMATIZAR LA REGLA, explorar todas sus ventajas holísticas para las mujeres, denunciar las mentiras y peligros de la píldora anticonceptiva y los tampones convencionales y re-descubrir a las mujeres el verdadero significado de nuestros ciclos, nuestra sabiduría y nuestro papel en los cambios del mundo.....



jueves, 2 de septiembre de 2010

El Tesoro de las Mujeres


Extracto del libro El tesoro de las mujeres, de Giovanni Maciocia


La menstruación y los órganos internos:


EL RIÑÓN

Los riñones constituyen la raíz de la Esencia Prenatal, la raíz del Qi Ancestral, y almacenan la Esencia. La esencia del Riñón es la materia prima para la formación de la sangre menstrual. En particular, la esencia del Riñón es el origen de la formación del Tian Gui (el Gui Celestial) que constituye el aspecto material de la sangre menstrual. 

El Gui Celestial tiene una gran influencia sobre la fisiología de las mujeres, especialmente sobre la pubertad, la fertilidad, la concepción, el embarazo y la menopausia. El agua de los riñones o yin de los riñones es la materia prima de la sangre menstrual. En la pubertad, el Gui Celestial se cristaliza y da lugar a los periodos.

Fu Qing Zhu (1607-1684) dice que la sangre menstrual no es Sangre, sino Gui Celestial que se origina en los riñones. Dice que está formada del yin del riñón, pero con la participación del yang del corazón. Dice que la sangre menstrual es roja como la sangre, pero que no es Sangre, por eso se denomina Gui Celestial. También dice que la generación del Gui Celestial no tiene nada que ver con el corazón, el hígado o el bazo, estos órganos sólo ayudan a que el Gui Celestial se transforme en sangre.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Sangre Sagrada

Hermoso video, la importancia del útero como organo de poder, y de la menstruación como ciclo mágico.


lunes, 15 de marzo de 2010

El Significado de "Estar en su Luna"

“Tu eres un planeta virgen una doncella de la Luna. Te he tocado y te he hecho de mi sombra. Quiero que camines sobre la tierra.”

En un aspecto muy importante de sus vidas, las mujeres indias son muy diferentes a sus hermanas blancas o negras. Cuando una mujer Lakota dice:

Estoy en mi luna – quiere decir que tiene la regla y eso tiene una magia especial y un significado mítico para nosotros. El “estar en nuestra luna” está rodeado de antiguas pero fuertes creencias, por leyendas y mitología.

Es una creencia no sólo entre nosotros los Sioux sino que abarca la gran mayoría de las tribus de Indios Americanos que una mujer en su luna tiene un poder especial que anula el poder de los hombres, incluso si es un hombre medicina. Simplemente por su mera presencia una mujer en su luna puede anular cualquier ritual o ceremonia.

Un día vi a un hombre medicina muy preocupado porque uno de sus intentos para curar a una persona enferma había fallado y dijo:



viernes, 5 de marzo de 2010

LA RECUPERACIÓN DEL “LATIDO DEL UTERO”. Por: Casilda Rodrigañez



(Fragmento).

Tenemos varias “pistas” que podemos seguir. Una de ellas es la tradición olmeca que están recogiendo algunas mujeres, como Silvia Sterbova y Elena Lázaro; recuperando el pensamiento y los ejercicios de aquella civilización para expandir 'la energía femenina', nos proponen 'las prácticas femeninas' para lo que ellas llaman el 'despertar del útero'. Esto está directamente relacionado con lo que dice Carlos Castaneda en su libro Los pases mágicos: 

Según Don Juan Matus, uno de los intereses más concretos de los chamanes que en la antigüedad vivieron en México es lo que denominaban 'la liberación de la matriz' ...A los chamanes les interesaba 'el despertar' de la matriz porque, aparte de su función primaria reproductora, sabían de una función secundaria; una capacidad para procesar conocimientos directos sensoriales e interpretarlos directamente sin el auxilio de los procesos de interpretación que todos conocemos (lo que también podemos llamar 'conocimiento o intuición visceral' de lo que desean las hijas, por ejemplo). ...





Al igual que otros chamanes de su linaje (Don Juan) estaba convencido de que si se apartan del ciclo reproductor, la matriz y los ovarios se convierten en herramientas de percepción, y ciertamente, en el epicentro de la evolución.... En virtud de los efectos de la matriz, las mujeres ven directamente la energía con más facilidad que los hombres, decían y se quejaban de que las mujeres no son conscientes de su capacidad.... Resultaba paradójico que la mujer tuviese a su disposición un poder infinito y no se interesara por conseguirlo. Don Juan estaba convencido de que esta falta de deseo de hacer algo no era natural, sino adquirida.

Quizá si las mujeres estaban menos interesadas que los chamanes en la evolución humana en sentido general era porque estaban más interesadas en la evolución concreta de sus criaturas y a ello dedicarían su 'energía', su capacidad de percepción, su intuición. En cuanto a las funciones secundarias, cabe imaginar, y así debió de ser por las informaciones que tenemos, que en un contexto matrifocal, a las mujeres les sobraba energía y tiempo para desplegar su capacidad de percepción y su intuición a otros aspectos de la vida y de su conocimiento.

El Sabbath De Las Mujeres: Reclamando el Poder de la Menstruación


por Lara Owen, M.P.W.
 
(Parte de este material está incluido en el libro de Lara Owen
Her Blood Is Gold: Celebrating the Power of Menstruation
Harper San Francisco, 1993)

Solía pensar que mis períodos eran una molestia, una sucia intrusión que incrementaba la lavandería y causaba un montón de síntomas desagradables incluyendo cansancio y dolor debilitante. La menstruación interfería con mi vida sexual, mis actividades atléticas y mi nivel de energía. Causaba cambios erráticos de temperamento, irritabilidad y un mal humor destructivo e imparable. Además costaba dinero - en toallas y tampones para absorber la sangre, en ropas arruinadas, en tiempo perdido en el trabajo. Era un saboteador ruin y solapado que siempre llegaba en el momento más inoportuno.

A pesar de este prédica de aflicción, no estaba totalmente en su contra. Cuando mi período llegaba, había siempre una parte de mí que se sentía complacida. Significaba que estaba saludable y fértil y que todo estaba funcionando apropiadamente. Sangrar me producía cierto orgullo que sentí intensamente durante mi primer período, pero ante la ausencia de cualquier aprobación externa, aquel sentimiento placentero desapareció gradualmente.

Una amiga judía me contó que cuando tuvo su primer período su madre la abofeteó. Con asombro ella reclamó: "¿Por qué hiciste eso?" Su madre respondió: "No lo sé, mi madre hizo lo mismo, es la tradición." Recibir una bofetada cuando una se vuelve mujer —ése es un punto interesante acerca de cómo es vista la naturaleza femenina. Tal vez se trate de un intento por eliminar el sentimiento de orgullo que llega con la primera sangre.

Algo más acabó por quitarme el sentimiento de orgullo y creo que fue la ausencia de ceremonia. Sentía internamente que algo verdaderamente asombroso y mágico estaba ocurriendo, y sin embargo todos a mi alrededor lo trataban como algo trivial. Tenía una sensación de logro, con tintes de excitación, curiosidad y pena. También recuerdo una vaga conciencia de un futuro vasto y desconocido. Intuitivamente sabía que era un acontecimiento muy importante en mi vida —y no obstante nadie dijo nada al respecto, excepto para darme algunas toallas sanitarias. Creo que mi madre se sintió complacida —después de todo, significaba que estaba sana y creciendo normalmente— pero yo necesitaba más que eso. 

Necesitaba una ceremonia, una fiesta, algún gozoso reconocimiento público de este gran evento en mi desarrollo. Pero nada sucedió. Conforme pasaban los meses sentía cada vez más la vergüenza y cada vez menos la excitación y el orgullo que habían brillado momentáneamente con la primera sangre.

En casa, mis períodos eran algo que debía mantenerse oculto de mi padre y mis hermanos. Si tenía que mencionarlo, hablaba en voz baja y preferiblemente con mi madre a solas. Poco después de iniciados mis períodos, durante un viaje familiar, tuve que pedirle a mi padre que detuviera el auto pues necesitaba ir a la farmacia. Por supuesto que quiso saber qué necesitaba comprar. Recuerdo un sentimiento horrible cuando le dije que necesitaba comprar toallas sanitarias. Era una peculiar mezcla de vergüenza, orgullo y pena absoluta. Él se portó muy bien al respecto, según recuerdo, y nunca dijo nada que me hiciese sentir avergonzada. Pero de alguna manera esa vergüenza siempre estaba en el fondo de mis pensamientos, y afectó toda mi relación con el mundo externo.

En la escuela, la menstruación era algo que no debía ser mencionado sino en clase de biología. Toda la información que recibí acerca de la menstruación era puramente física. Había período porque no había embarazo, y el flujo menstrual era simplemente el revestimiento descartado que el útero producía para un posible feto. Mis amigas y yo lo discutíamos y, en ausencia de mayor información, decidimos que el cuerpo femenino estaba pobremente evolucionado —toda esa sangre y ese escándalo por años y años, cuando sólo necesitabas tenerlo una o dos veces para tener niños.

La imagen que la sociedad me dio a través de la publicidad era confusa. Los anuncios de tampones mostraban ágiles chicas en bikinis corriendo alegremente hacia el mar y muchachas en ajustados jeans blancos saltando a caballo. Esto no correspondía para nada con mi experiencia de letargos y cólicos, y sabía que ninguna mujer en su sano juicio confiaría tanto en un tampón como para salir a pasear en pantalones blancos. ¡Bah! Seguramente fueron hombres quienes escribieron esos anuncios.

Aún así yo sentía que debía ser como las muchachas de los anuncios de Tampax y que algo malo había en la manera en que mi cuerpo y mente se comportaban —que una muchacha normal no debería sentir diferencia alguna durante su período, y que no había nada que a ella le gustara más que subirse a un caballo y galopar hacia alguna aventura mientras ese bonito tampón le permitía olvidar que estaba menstruando. La vergonzosa realidad era que yo ni siquiera podía introducirme un tampón. No solamente no encajaba en el estereotipo, sino que además estaba mal armada. Me sentí decididamente inadecuada hasta que finalmente lo logré. Entonces comenzó el proceso de imaginarme que yo no estaba menstruando en absoluto.

Consideraba a mis períodos como una inconveniencia y eso era todo. Si eran dolorosos, tomaba un calmante - se llamaba "Feminax" y contenía una poderosa mezcla de ingredientes diseñados para acabar con cada uno de los síntomas de la menstruación, incluso cafeína para menguar la depresión y el letargo. En época de exámenes escolares, conseguía medicamentos para retrasar mi período hasta días más convenientes, cuando el furor de las hormonas pudiera asaltar el lado izquierdo de mi cerebro sin afectar mi futuro académico. Nunca me mencionaron nada acerca de las ventajas de experimentar un estado de conciencia diferente una vez al mes, porque nadie sabía nada.

A los 18 años comencé a tomar la píldora y al principio me complació que mis períodos se aligeraran y se volvieran tan predecibles. Me tomó varios años darme cuenta realmente de que la razón para la ligereza de mis períodos era que se trataba de períodos falsos. Noté que me volvía cada vez más sensible y enojada durante mis supuestas menstruaciones, así que decidí suspender la píldora. Después de un par de meses me sentí "yo misma" otra vez y me di cuenta de que, a pesar de lo conveniente que resultaba la píldora, en realidad me había sentido traicionada con esos períodos ligeros. Ahí fue cuando comencé a darme cuenta de que menstruar era una parte importante de mi vida, un ritmo del cual dependía para mi salud psíquica y física, y que ignoré o suprimí bajo mi propio riesgo.

En otras culturas, en vez de ser ignorada, la menstruación ha sido considerada (y en algunos casos aún lo es) como un tiempo especial y sagrado para las mujeres. La abundancia de símbolos relativos a la mujer encontrados en excavaciones en lugares antiguos de Europa y el Cercano Oriente sugiere de manera enfática que dichas culturas eran matrifocales y reverenciaban a la Diosa y a los procesos del cuerpo femenino. Las prácticas rituales estaban ligadas al sangrado mensual de las mujeres y la sangre menstrual era altamente valorada como poseedora de poderes mágicos. La palabra ritual viene de "rtu", que significa menstruo en sánscrito. En la época anterior al sacrificio de seres vivos, la sangre menstrual se ofrecía en ceremonias. La sangre menstrual era sagrada para los Celtas, los antiguos Egipcios, los Maorí, los primeros Taoístas, los Tantristas y los Gnósticos.