lunes, 12 de julio de 2010

REEQUILIBRANDO LO MASCULINO Y LO FEMENINO


“La mujer se ve enfrentada con una gran tarea cultural; tal vez será el nacimiento de una nueva era.”
Jung, Civilisation in Transition (Collected Works, vol. 10)

Como muestran esta cita, estamos viviendo hoy en un tiempo crucialmente importante – un tiempo de elección en el que grandes descubrimientos están ampliando nuestra visión del universo, destruyendo antiguos conceptos sobre la naturaleza, Dios y nosotros mismos. El frágil organismo de la vida en nuestro planeta y la supervivencia de nuestra especie están amenazados como nunca antes por las tecnologías manejadas por un ethos materialista de conquista y control de la naturaleza, tecnologías que son utilizadas con una absoluta indiferencia hacia los peligros que implica nuestra interferencia en la compleja red de relaciones de la cual depende la vida del planeta. La elección que se nos plantea es entre apegarnos a un ethos anticuado y desequilibrado de control y dominación, y madurar más allá de él, hacia una capacidad más responsable y sensible de relacionarnos entre nosotros y con nuestro medio ambiente. Si somos incapaces de desarrollar esta capacidad empática y femenina de relacionarnos, seguramente nos destruiremos a nosotros mismos.

La crisis de nuestros tiempos no sólo es una crisis ecológica sino también una crisis del alma. Las respuestas que buscamos no van a venir de la limitada conciencia que todavía rige la cultura sino de una percepción más profunda nacida de la unión del corazón y la cabeza, trayendo la revelación de que toda la vida es espíritu, toda la vida es sagrada. El aspecto femenino del espíritu está reentrando en la conciencia humana en respuesta a la necesidad de un equilibrio físico, una comprensión más profunda, una totalidad, que nos ayuden a recuperar una perspectiva de la vida que se ha ido perdiendo cada vez más hasta que hemos llegado a vivir sin ella, sin reconocer nada más grande que la mente humana. Es un tiempo peligroso pero también es una inmensa oportunidad de lograr un avance evolutivo, si sólo podemos entender qué esta pasando y por qué.
 
Algunos hombres todavía están a cargo de las instituciones en todas partes y los viejos valores masculinos todavía son predominantes, pero están retirándose, como el lento encogimiento de los glaciares al final de una edad de hielo. La "adaptación" entre la antigua imagen de la mujer y las mujeres modernas no es buena, y tanto hombres como mujeres están trabajando para ajustarla en las presentes convulsiones de sus relaciones. Muchos hombres, perceptivos hacia el hecho de que las cosas tienen que cambiar, están cambiándose a sí mismos, desarrollando su perspicacia y comprensión, y están ayudando y alentando a las mujeres a tener un rol más activo y articulado en el mundo. Pero, al mismo tiempo, las costumbres tribales, los prejuicios masculinos y las creencias religiosas todavía bloquean la emergencia de millones de mujeres a su verdadero potencial.


"Equilibrando lo Masculino y lo Femenino"



Cuando las polaridades masculina y femenina están en equilibro en todos los niveles, hay fluidez, relación, flujo de energía, complementariedad, totalidad. Esta fluidez y equilibrio están ilustrados en la imagen Taoísta de la relación y complementariedad del Yin y el Yang. ¿Podemos nosotros, en los más amplios términos, definir lo femenino como un patrón de energía contenedor: receptivo, conectivo, contenedor, que mantiene a todas las cosas relacionadas entre sí; y a lo masculino como un patrón expansivo de energía: buscando extensión y expansión hacia lo que hay más allá? Más específicamente, ¿podemos ver a lo femenino como un reflejo de la matriz instintiva y los valores sensitivos de la conciencia; y a lo masculino como un reflejo de la búsqueda, definición de metas, orden, estructuración, cualidades discriminantes de la conciencia, generalmente asociadas con la mente o el intelecto? Durante milenios las mujeres han vivido más cerca del primer patrón; los hombres del segundo. Pero ahora, existe un profundo impulso para equilibrar y unir estos patrones arquetípicos de energía dentro de nosotros mismos y por lo tanto dentro de nuestra cultura. Existe una urgente necesidad de mitigar dentro de cada uno de nosotros –tanto hombres como mujeres– el presente énfasis excesivo puesto en el valor masculino, con un esfuerzo consciente para recuperar e integrar al valor femenino.


Remitiéndonos al seminario número 9 sobre el dragón y la sombra, en el nivel arquetípico más profundo, la sombra incluye todo lo relacionado con las dimensiones no reconocidas de la conciencia que actúan sobre nosotros y a través de nosotros en formas que nosotros no percibimos o no comprendemos. Si persistimos en negarnos a nosotros mismos el acceso a estas dimensiones más profundas de la conciencia, el espíritu humano se contrae, se empobrece, y es guiado por el instinto inconsciente que no puede evolucionar en la dirección que desea. La imaginación entonces se vuelve destructora de la vida en vez de estimuladora de la vida (como la naturaleza demoníaca de nuestras armas de destrucción masiva y la brutalidad y violencia que se muestran en la televisión y en las películas).


En segundo lugar, también hay que considerar la sombra de una civilización – una civilización creada por las actitudes y creencias colectivas formadas a lo largo de milenios, que pueden haber favorecido el florecimiento de ciertos aspectos de nuestra naturaleza y la represión o negación de otros. Para poner un ejemplo: la civilización occidental ha puesto gran énfasis en el desarrollo de la mente y la tecnología requerida para asegurar el dominio de la naturaleza y estándares materiales de vida superiores. Las cualidades más femeninas –la capacidad de relacionarse con otros, el respeto por el medio ambiente y los profundos misterios de la vida– no han sido enfatizadas y desarrolladas de la misma manera. A causa de este énfasis unilateral, la psiquis occidental no está completamente desarrollada, equilibrada e integrada. El intelecto y las habilidades prácticas (la tecnología) han sido desarrollados en alto grado. Pero la intuición y los sentimientos no han sido desarrollados y estas dos funciones son las que ahora están reclamando nuestra atención.


Las vidas de las mujeres fueron radicalmente transformadas por el papel activo que jugaron en la Segunda Guerra Mundial, por el mayor acceso a la educación y por la anticoncepción que les ha permitido tener menos hijos y por consiguiente más energía y tiempo disponible para otros intereses. La rebelión de la mujer moderna contra las costumbres milenarias de la cultura patriarcal expresada en el movimiento feminista (con raíces en los siglos XVIII y XIX) también ha liberado a muchas mujeres de una vida confinada y disminuida. Están accediendo a un amplio rango de profesiones que no existían 50 años atrás. Esto representa una enorme expansión de sus dones creativos y un gran enriquecimiento de la cultura. Pero existen dos grandes problemas. Primero, a las mujeres todavía les resulta considerablemente difícil valorarse a sí mismas. Segundo, a causa de esta desconfianza hacia sí mismas, se ven llevadas a copiar el ethos y el comportamiento masculinos al ingresar al mundo más allá de sus casas.


A causa del largo énfasis que se ha puesto en la inferioridad y culpabilidad de las mujeres, la irrelevancia de sus pensamientos y sentimientos, y la insistencia en que su único rol era ser madre y servir a su marido y a la comunidad, la maternidad es ahora vista como un estado de servilismo e insignificancia. Hoy en día muchas mujeres rechazan la imagen de sí mismas como “sólo una ama de casa” debido a la imagen negativa asociada en el pasado con ser mujer y madre. Recientemente conocí una mujer alemana, madre de cinco hijos (dos de ellos discapacitados) que dijo que se sentía inferior e inadecuada cuando estaba con mujeres profesionales. Sentía que no tenía nada de valor para decir o aportar y que nadie estaba interesado en sus opiniones. Tantas madres repiten sus palabras, generalmente en la frase “Soy sólo una madre (o ama de casa)." Le respondí que yo estaba escribiendo un libro para mujeres como ella cuya profunda devoción y cuidado por la vida que han traído al mundo es la más profunda contribución, el valor espiritual más elevado que es posible expresar. Le pregunté si alguna vez se había querido y alabado a sí misma, si alguna vez había dicho “Soy valiosa para la vida, para mis hijos y mi esposo, para la comunidad, por el amor y cuidado que les doy a aquellos que amo”. Si alguna vez se había parado a pensar en sus necesidades físicas o emocionales, se había regalado a sí misma una hora de descanso, alabado a sí misma por todo lo que hacía. Me contestó que no, que nunca había pensado en hacer ninguna de esas cosas.


Existe el peligro de que al buscar poder e igualdad con los hombres para que su voz y sus dones sean reconocidos, la mujer inconscientemente rechace la mismísima base que le da, a través de su experiencia milenaria como guardiana de la vida, algo de suprema importancia que decir. Creo que la palabra “guardiana” es apropiada aquí porque la mujer tiene un instinto profundamente integrado que la lleva a cuidar la vida que ha traído al mundo hasta que ésta es suficientemente fuerte para cuidarse a sí misma. A las mujeres les importan más las personas que las teorías, más las relaciones que las ideas. En todas las comunidades, hasta donde yo sé, las mujeres cuidan a los jóvenes y a los ancianos. En algunas siembran y recogen todas las cosechas que proveen comida; en todas preparan la comida para alimentar a sus familias. Su preocupación principal incluso cuando ellas mismas se ven amenazadas por la inanición o la muerte, es la supervivencia y el bienestar de sus hijos. Mantienen unida a la comunidad, integrando la vida de los ancianos y enfermos con la de los jóvenes mediante la red de relaciones solidarias que generan.


Son de gran ayuda y apoyo las unas para con las otras. Las mujeres están comenzando a tomar conciencia de que si el medio ambiente está amenazado la salud y las vidas de sus hijos estarán en peligro. La educación les ha dado voz a algunas mujeres, pero hay que enfrentar la inmensa tarea de permitir a muchos otros millones que tengan un papel más activo y articulado en la vida de la sociedad (como están haciendo las Madres argentinas y rusas). Por sobre todo existe la necesidad de que las mujeres valoren su rol como mujeres y madres si los catastróficos efectos sociales y psíquicos de su larga desvalorización y subordinación (a menudo inconscientemente causada por ellas mismas al igual que por la sociedad) han de ser revertidos, y si la transmisión de está visión empequeñecida de las mujeres a las nuevas generaciones de hijos e hijas ha de ser detenida.


Por miles de años el rol del hombre ha sido definido como el de guerrero y protector de la comunidad, y su vida se enfocó principalmente en alcanzar una posición de poder y dominación en el mundo y en extender su rol de cazador al de proveedor y protector de su familia. Ahora, con la mujer dejando su hogar y entrando al ruedo del mundo, a menudo en competencia con él, el antiguo patrón está dejando lugar a un rol diferente para ambos – como compañeros y socios el uno del otro – frecuentemente compartiendo el cuidado doméstico de sus hijos y las responsabilidades de ganar suficiente dinero para atender a sus necesidades. Aunque acompañadas por grandes tumultos y tensiones, la percepción que la mujer tiene del hombre y la que el hombre tiene de la mujer están cambiando, y con ellas, un patrón estereotipado y desgastado de sus relaciones que ha disminuido a las mujeres y separado a los hombres de sus sentimientos. Hay tres conceptos profundamente imbuidos con los cuales las mujeres todavía se topan a medida que crecen en esta cultura:


1. La idea de que es probable que el hombre tenga la razón y la mujer esté equivocada respecto a un tema sobre el cual la voz masculina ha prevalecido durante siglos – esto se aplica a todo lo que tiene que ver con religión, política, economía, medicina, ciencia y guerra. La voz de la mujer en tiempos de guerra es simplemente irrelevante (por ejemplo, en la guerra de Irak).

2. La idea de que el hombre es racional y no es dominado por sus emociones y la mujer es irracional, sujeta a sus cambiantes e inestables emociones.
3. La idea de que el poder de razonamiento del hombre es superior al de la mujer.

A causa de estas creencias culturales profundamente arraigadas, es muy difícil para la mujer no dar el valor supremo al principio masculino. Con su emergencia en una sociedad masculina, educada y equipada para ganar su propio sustento y para competir con los hombres, la mujer pierde los valores de receptividad, relación y sentimiento que ha guardado durante tanto tiempo para la cultura sin el debido reconocimiento y apreciación. La mujer conlleva la imagen de los valores del alma y los sentimientos; y el hombre la imagen de la mente y la capacidad de actuar en el mundo. Durante siglos, el hombre ha proyectado su alma en la mujer e inconscientemente la ha visto como la portadora de sus valores sentimentales.


Durante siglos el hombre ha sido inspirado por ella tanto personal como arquetípicamente (como la Virgen María, por ejemplo), para crear las más sublimes obras de arte – poesía, literatura, pintura, arquitectura, música. Al mismo tiempo, bajo la poderosa influencia de las tres religiones patriarcales que han dominado nuestra cultura, el hombre ha intentado controlar, reprimir y denigrar a la mujer. Durante siglos las mujeres tuvieron que soportar la doble carga de ser consideradas inferiores a los hombres y de ser incapaces de desarrollar sus dones en el ruedo que se extiende más allá del hogar. Ahora, a causa de la anticoncepción y los más altos estándares de vida, los patrones de las relaciones entre hombres y mujeres, que permanecieron fijos por milenios, están cambiando.


Este cambio es profundamente amenazante para los hombres porque exige que aprendan ahora a relacionarse con su alma y a descubrir dentro de sí mismos los relegados valores femeninos. Ya que las mujeres y estos valores sentimentales han sido despreciados como inferiores, esto es extremadamente difícil. Muchos hombres simplemente no pueden establecer esta nueva relación con algo que inconscientemente consideran inferior a ellos. Al mismo tiempo, con un profundo desasosiego, se dan cuenta de que la mujer ya no es la persona que ha sido por siglos. Ya no es pasiva, receptiva, obediente, empática, placable y adaptable a las necesidades y demandas del hombre y enfocada en el hogar. El hogar para muchos hombres ya no es un santuario; la vida de la mujer ya no está centrada en él y esto es profundamente desorientador y perturbador para ellos. Algunos simplemente ven a la mujer como un objeto para la gratificación de sus deseos sexuales y como su rival en un mundo competitivo. (La pornografía refleja la visión inconsciente de las mujeres que ha estado instalada desde los tiempos griegos o desde antes, de que ella existe para servir a la gratificación sexual del hombre).


Este cambio también es profundamente amenazante para las mujeres, pero por diferentes razones. Durante siglos ella ha confiado en los hombres para que carguen para ella las cualidades masculinas e intelectuales latentes en su propia naturaleza. Aunque los hombres individuales la han amado y valorado profundamente como su compañera y como la inspiración de su trabajo, las creencias culturales han inculcado en ella por siglos la idea de que lo que ella es y hace es inferior y menos importante que lo que el hombre es y hace, de manera que es extremadamente difícil cambiar esta creencia profundamente arraigada, defender sus sentimientos y encontrar la confianza para expresar sus ideas y sentimientos en nuevas áreas. Si la mujer inconscientemente copia el ethos (porque no se valora a sí misma) que rige a la cultura y se adapta a metas masculinas y al ethos masculino de obtención de poder, dominación y control, puede que rechace los valiosos valores sentimentales que guarda para la cultura al igual que para sí misma y para sus hijos, más que llevarlos al mundo y expresarlos en esa nueva área. Exige un gran esfuerzo de conciencia percibir estos valores y articularlos y mantenerlos. Y exige un esfuerzo aun más grande desafiar las ideas negativas heredadas de los siglos pasados sobre la inferioridad, perversidad, falta de creatividad y de fiabilidad de su naturaleza.


Los efectos del desequilibrio.


Cuando no hay relación y balance entre el principio masculino y el femenino (como se los definió más arriba) ya sea dentro del hombre o de la mujer, el principio masculino se vuelve patológicamente exagerado, desmedido; el principio femenino patológicamente disminuido, inarticulado, inefectivo. Los síntomas de un principio masculino patológico son rigidez, inflexibilidad dogmática, omnipotencia, y una obsesión o adicción por el poder y el control (el fundamentalismo y la actual expansión del poder político y militar). Habrá una definición clara de los objetivos pero ninguna receptividad a las ideas y valores que entren en conflicto con esos objetivos. El horizonte de la imaginación humana estará restringido por una censura evidente o sutil. Podemos ver esta patología reflejada hoy en día en el comportamiento inescrupuloso que rige los medios, la política, y el ímpetu tecnológico del mundo moderno. (Estados Unidos es al presente el ejemplo perfecto de esta patología). Podemos ver el impulso predatorio de adquirir o conquistar nuevos territorios en la lucha por la preeminencia militar y política, en el deseo de tener el control global de los mercados mundiales, en la ideología del crecimiento constante, en las nuevas tecnologías como la modificación genética de la comida. Vemos una competitividad exagerada – la necesidad de ir más lejos, crecer más rápido, alcanzar más, adquirir más, elevada al nivel de un culto.


Existe un desprecio por los valores sentimentales basados en la experiencia de las relaciones con otros y con el medio ambiente. Existe una sexualidad predatoria y compulsiva tanto en los hombres como en las mujeres, que pierden cada vez más la capacidad de relacionarse los unos con los otros. Se da una continua expansión en un sentido lineal pero ninguna expansión en cuanto a profundidad, en cuanto a comprensión. La presión de las cosas que hay que hacer y adquirir se acelera constantemente. Si los hombres y las mujeres no son conscientes de la inmensa presión de ajustarse a este ethos, fácilmente pueden caer presas de él, ya que hay pocos modelos que encarnen los valores menos estridentes.

¿El resultado?: agotamiento, ansiedad, depresión y enfermedad, que afectan a más y más personas. No hay tiempo ni espacio para las relaciones humanas. Las personas se valoran entre sí de acuerdo a cuán poderosos, exitosos, famosos o útiles son. No se ven en términos de su humanidad, su vulnerabilidad, su necesidad. Cuando no se reconocen los valores sentimentales, no hay tiempo para las relaciones. Los hombres y las mujeres y, sobre todo, los niños, se convierten en víctimas de este ethos duro, competitivo e indiferente cuyo resultado ha sido que un tercio de los matrimonios terminen en divorcio y que más de 100.000 chicos de menos de 16 años (en el Reino Unido) abandonen sus hogares porque esos hogares se han vuelto intolerables. (Obsérvese también la total despreocupación por el sufrimiento de los civiles en la guerra).

Las mujeres, en su afán de ser aceptadas en un mundo gobernado por los hombres, y ya que el valor femenino no tiene una definición clara ni reconocimiento en nuestra cultura, pueden verse empujadas a copiar una imagen patológica de lo masculino, que en sí mismo incorpora un profundo temor hacia lo femenino. Así es que hoy existe el riesgo de un doble rechazo de lo femenino, por parte de los hombres y por parte de las mujeres.


Jung repetidamente señaló el hecho de que el destino de la tierra depende del individuo – de la capacidad de mujeres y hombres de relacionarse con su alma, de volverse conscientes y valorar esa parte de sí mismos que conocen tan poco – de sus sentimientos e instintos más profundos que son la raíz y sostén de su imaginación creativa. Esta dimensión instintiva de nosotros mismos, tan distanciada de nuestra conciencia, tan poco explorada y entendida, es la matriz de nuestra vida creativa, y es inconmensurablemente más antigua y a veces más sabia que el aspecto más recientemente desarrollado de nosotros mismos que llamamos mente. Volvernos conscientes de esta dimensión instintiva de nosotros mismos y del inmenso campo de relaciones y experiencias que abarca constituye un avance evolutivo, porque, hasta que aprendamos a relacionarnos con ella, a integrar los valores que implica con nuestro más familiar y enfocado intelecto, seguimos siendo emocionalmente inmaduros, presa de impulsos y complejos inconscientes. La imaginación y la libertad psíquica, al igual que la creatividad de toda una cultura, pueden quedar mutiladas cuando hay tan poco conocimiento de y relación con la dimensión de los sentimientos e instintos.


Las cualidades masculinas en la mujer y las cualidades femeninas en el hombre.


“Cada hombre lleva dentro de sí la imagen eterna de la mujer, no la imagen de esta o aquella mujer, sino una imagen femenina definida […] Lo mismo se aplica a la mujer: ella también tiene una imagen innata del hombre.” Jung.


Existen 3 influencias principales de las que necesitamos volvernos conscientes:


1. La influencia en las relaciones entre hombres y mujeres de una experiencia colectiva masculina y femenina (incluyendo experiencia de mamíferos).


2. Los conceptos heredados o culturalmente impuestos que los hombres y mujeres modernos tienen los unos de los otros. En los medios se ven los estereotipos y cómo se intenta mantenerlos. "Todos los hombres son de esta forma; todas las mujeres de aquella." Las mujeres en particular tienden a ser demasiado poco conscientes y a conformarse demasiado con estos roles estereotipados.


3. Influencia de los padres.


La mujer lleva en lo profundo de su formación instintiva no sólo la memoria de toda la experiencia de ser mujer en este planeta sino también una imagen del hombre formada a partir de toda la experiencia femenina sobre el hombre a través de las edades. Todo hombre lleva en su formación instintiva la memoria de toda la experiencia masculina, pero también una imagen de la mujer formada a partir de toda la experiencia masculina sobre la mujer. Estas imágenes son los arquetipos de la experiencia colectiva que datan de millones de años, y forman las lentes a través de las cuales los hombres y las mujeres inconsciente e instintivamente se relacionan con el sexo opuesto. Superpuesta sobre esta base está la influencia de la madre y el padre de cada individuo, que forman la imagen de la mujer para el hombre y del hombre para la mujer.


De igual forma, la experiencia de la madre contribuye a la formación de la imagen de lo femenino para la hija y la experiencia del padre a la de la imagen del hombre para el hijo. Así que es importante preguntarse a uno mismo cómo fue esta experiencia y cómo lo ha formado e influido a uno. ¿Cuál fue la calidad de la imagen paternal del hombre y la mujer y la relación de los padres entre ellos – fue una imagen negativa o positiva, ayudó a enriquecer la vida o a destruirla? ¿Cuáles son los sentimientos asociados con mamá y papá – confianza y amor o desconfianza y miedo?


Jung sugirió que las mujeres necesitan ahora integrar las cualidades masculinas con su ser femenino para no “permanecer atrapadas en una feminidad anticuada, puramente instintiva, perdidas y solas en el mundo de los hombres.” Y también que los hombres necesitan aventurarse en el territorio de la psiquis si quieren encontrar a las mujeres en el camino.


Este difícil proceso de integrar el patrón sexual opuesto tanto en hombres como en mujeres está gradualmente dando a luz una sensibilidad más profunda hacia el otro y una capacidad más profunda de relacionarse a muchos niveles. También está dando a luz una calidad de comprensión que ha sido definida recientemente como “inteligencia emocional” – una nueva habilidad en las relaciones interpersonales, para entender, responder y manejar las emociones más efectivamente, que tiene un gran potencial para mejorar muchos aspectos de nuestras vidas, no menos las vidas de nuestros hijos.


Una de las ideas de Jung que es difícil de entender es que el hombre ve a la mujer como algo completamente ‘otro’, que no es él mismo, y sin embargo ve en ella la imagen proyectada del aspecto femenino de su propia naturaleza del cual no es consciente y con el cual no tiene ninguna relación. Él busca relacionarse a través de la mujer con ese aspecto de su naturaleza del cual no es consciente y que necesita desarrollar dentro de sí mismo. Pasa lo mismo con la mujer que ve en el hombre la imagen proyectada del aspecto masculino de su naturaleza del cual no es consciente y con el cual no está del todo en contacto.


Ella busca experimentar este elemento masculino desconocido en su naturaleza a través de su relación con un hombre, y adaptará su vida a la de él hasta que descubra sus propios objetivos en la vida y los medios para alcanzarlos. La pregunta que tanto hombres como mujeres deben hacerse es:


1. ¿Qué imagen inconsciente de lo femenino y lo masculino (negativa o positiva) tengo y cómo podría tomar más conciencia de ella?


2. ¿Qué influencias y experiencias tanto personales como colectivas han formado esta imagen: paternales, religiosas, sociales, mediáticas, etc.? Y, ¿es una imagen verdadera y completa? A menudo sucede que los hombres y las mujeres proyectan en el sexo opuesto aquello que está menos desarrollado, es inferior e inconsciente en sí mismos. (La Princesa Diana fue receptáculo de muchas proyecciones, positivas y negativas, tanto de parte de hombres como de parte de mujeres. Estas proyecciones son muy reveladoras en cuanto a la psiquis de las personas de quienes provinieron).


Generalmente hablando, parece que a los hombres se les está pidiendo que se vuelvan más sensibles y receptivos y a las mujeres que sean más seguras, que tengan una mayor capacidad de discernimiento y que se nutran a sí mismas (y no a otros), en su manera de vivir sus vidas. Estos, en este momento, pueden ser potenciales inconscientes que aún deben ser desarrollados dentro de los hombres y las mujeres, particularmente en los hombres y mujeres más jóvenes. Volvernos más conscientes de esta situación puede ayudarnos a desarrollar esas características que, como parte de un estereotipo cultural, fueron previamente proyectadas en el sexo opuesto.


De manera que la necesidad no es tanto de “cambiarlas” sino de ver qué puede ser cambiado dentro de nosotros. Esto constituye otro aspecto de la toma de conciencia consciente del potencial oculto en la parte desconocida de nuestra naturaleza.


Seguridad no quiere decir agresión. El movimiento Feminista, que ataca al patriarcado como la causa del sufrimiento de la mujer, es a veces dominado por la furia latente sepultada en la sombra colectiva de las mujeres, y no puede ver que los hombres también han sido profundamente lastimados a través de la imagen disminuida de lo femenino y que la situación que enfrentamos hoy es problemática para ambos sexos.


Las mujeres a menudo actúan con la masculinidad inferior y explosivamente agresiva que deploran y atacan en los hombres, igual que los hombres pueden actuar con la feminidad inferior y manipuladora que temen y desprecian en las mujeres. Cuanto más alejada está una mujer de sus raíces instintivas y de sus valores sentimentales, más posible es que sea controlada por la arcaica necesidad de poder que es parte de su naturaleza. Cuanto más alejado está un hombre de sus valores sentimentales, más rígido, dogmático y controlador se vuelve, y más determinado a atacar y eliminar a un oponente.


Una escritora llamada Helen Luke comenta sobre esta situación: "Al mirar atrás hacia la extremadamente rápida emergencia de la mujer al mundo masculino de pensamiento y acción en este siglo, no es sorprendente que haya caído en un desprecio cada vez mayor por sus propios valores […] Sus efectos han sido devastadores no sólo para la mujer misma sino también para los hombres que se encuentran a su alrededor. Porque la masculinidad inconsciente en una mujer, cuando ha tomado posesión de su feminidad, tiene un poder aterrador, armado como está con la numinosidad del instinto, y la mayoría de los hombres, cuando se enfrentan con este poder en sus mujeres, o se retiran hacia una feminidad pasiva inferior, buscando aplacar este poder, o reaccionan con una masculinidad brutalmente agresiva. No es de extrañar que tales mujeres, habiendo perdido sus verdaderas raíces en su naturaleza femenina, se vean constantemente asaltadas por la angustiosa sensación de ser inútiles, no importa cuán exitosas aparenten ser."


Una definición diferente de la Creatividad.


Generalmente, la cultura hoy en día parece marcar una diferencia entre la creatividad del trabajo intelectual o artístico y la no-creatividad y el tedio del trabajo físico que gira en torno al cuidado de los niños, la cocina, la limpieza y la atención general de las actividades mundanas involucradas en la administración de una casa. Esta diferencia es una reliquia de nuestro pasado, acostumbrado a despreciar la materia, y debe ser arrancada de raíz de nuestra psiquis y arrojada a la pila de las ideas obsoletas.


Desafortunadamente, es una convicción profundamente arraigada en muchas mujeres que son intelectualmente dotadas y que utilizan su intelecto como una manera de alejarse de todas las cosas físicas que desprecian porque, inconscientemente, las asocian con el desvalorizado rol de la mujer en el pasado – posiblemente con la vida trillada y subordinada de sus madres. A las mujeres intelectuales a veces les resulta difícil desarrollar habilidades culinarias, y pueden no prestar atención ni preocuparse por su cuerpo. Aquellas que hacen la elección de quedarse en casa para cuidar de sus hijos pueden sentirse disminuidas en una cultura que ahora está poniendo gran énfasis en las mujeres que salen a trabajar, y a veces envidian secretamente a sus hermanas que llegan alto, y por lo tanto reniegan del propio camino que han elegido.


Muchas mujeres se ven forzadas por razones financieras y contra su instinto a dejar a sus hijos en guarderías durante el día, y esto les crea conflictos y culpa. Otras están agradecidas de delegar el cuidado de sus hijos a otros y enfocarse en sus carreras.


Necesitamos una nueva definición de la creatividad. La creatividad no es sólo hacer, tener éxito, alcanzar objetivos. La creatividad también es receptividad, responder a las ideas y a las otras personas con candidez y aliento, y también a las propias intuiciones e ideas. La verdadera creatividad se desarrolla precisamente a partir del despreciado instinto. Si éste es bloqueado por un rechazo de todo lo instintivo, la mujer en cuestión correrá el riesgo de separarse de sus raíces. Puede que tenga éxito en el mundo del intelecto, pero es posible que tenga grandes dificultades con sus relaciones.


"Una mujer nace para ser esencial y completamente una mujer, y cuanto más profunda y conscientemente sea capaz de conocer y relacionarse con el poder creativo que existe dentro de ella, (y no de ser controlada por él), es más seguro que se de cuenta de esta verdad. Una de las características más aterradoras de nuestra presente era es la desesperación por destruir las diferencias, reducir todo a una horrible monotonía en la causa por la “igualdad”. El profundo poder creativo de la mujer nunca puede desarrollarse al máximo si ella está atrapada en una imitación inconsciente del hombre." (Helen Luke).


Patrones sobre los que hay que estar atentos:


1. El antagonismo inconsciente de los hombres hacia las mujeres proviene de un profundo miedo que ellos tienen, posiblemente porque la mujer es aquello totalmente desconocido, totalmente “otro”, pero también quizás porque los hombres llegan al mundo desde los cuerpos de las mujeres y dependen de sus madres durante su niñez y adolescencia. Los hombres, particularmente los hombres artísticamente creativos (escritores, pintores, músicos), tienen una profunda y a menudo inconsciente dependencia emocional de la mujer, por su amor y su apoyo y también porque es ella quien se ocupa de los detalles prácticos de la vida diaria. En tales hombres puede existir una muy profunda dependencia hacia la mujer como “madre”, incluso es posible que ella los mantenga económicamente. Sin embargo, puede que inconscientemente se sientan resentidos por esta dependencia, y puede existir una tendencia compensatoria a menospreciar y criticar a la mujer para contrarrestarla. (Estos es particularmente cierto en aquellos hombres que pierden a sus madres durante su niñez o que tienen madres destructivas o muy controladoras o han sido abandonados por ellas porque murieron o por otras razones).


2. Es absolutamente esencial por el bienestar de sus hijos que una mujer no permita que su compañero la critique y humille frente a otras personas, pero particularmente frente a sus hijos. Esto no sólo les da una imagen distorsionada de cómo los hombres tratan a las mujeres, sino que además programa su inconsciente para repetir el mismo patrón con sus propios compañeros el día de mañana. Asimismo, es importante que una mujer intente tomar conciencia sobre las ocasiones en que puede estar sutilmente menospreciando, amonestando o socavando a su compañero al igual que aquellas en que él le hace esto a ella. Intenten escuchar lo que cada uno está diciendo. Escríbanlo o grábenlo. Después reprodúzcanlo y escúchenlo, tanto las palabra como el tono de voz, no de una manera recriminatoria, como “¿ves?, ya sabes lo que quiero decir”, sino poniendo humor a la situación, verdaderamente escuchando lo que uno está diciendo sobre el otro. Luego pregúntense “¿de verdad hago esto o aquello?”, “¿Te molesta?”, o digan “De verdad duele cuando dices eso, me siento humillado, menospreciado por tu actitud y tus palabras.”


3. Equilibren "Ser" y "Hacer." Es importante ver dónde uno está llevando una vida desequilibrada, enfocado en la actividad constante, demasiado trabajo, particularmente si uno es extrovertido (ver la vida de Miriam Stoppard), o, alternativamente, la tendencia a prestar demasiada atención y responder a las necesidades físicas o emocionales de los demás (a menudo por culpa y por una necesidad inconsciente de ser alabado). Las mujeres son expertas en explotar esta culpa en otras mujeres. La presión que tienen las mujeres de fusionar dos vidas en una (trabajar profesionalmente y ocuparse de la casa y de los hijos) es tremenda, y debe ser resistida y, cuando es posible, equilibrada. Sentimientos o síntomas de estrés, agotamiento, resentimiento e ira requieren que se les preste atención y que se haga un esfuerzo para bajar la velocidad e intentar equilibrar la vida, viviendo una fase a la vez. Si esto no se hace, la salud física o una relación gratificante con un compañero e hijos pueden desmoronarse. Si algo dentro tuyo te dice “Esto no se siente bien o esto se siente mal” (a menudo una sensación de agotamiento corporal) ¡detente!


4. Pónganse límites a ustedes mismas y a su familia – límites para no exigirse demasiado. Las mujeres que tienen un sentido pobremente establecido del valor propio tienden a dejar que otras personas invadan sus límites en todo tipo de formas, usualmente jugando con su culpa inconsciente. Tomen conciencia de cuándo estás siendo agredidas o forzadas a entregarse y a cuidar de otros todo el tiempo. Sin límites, la mujer puede fácilmente caer en el rol de mártir o víctima.


5. Encuentren formas de reconocer el enojo y el dolor y dejarlos ir. La tensión entre los hombres y las mujeres y el hecho de que hoy no haya un horizonte (espiritual) más allá de la relación con su compañero hacia el que mirar, significa que tanto hombres como mujeres proyectan todo tipo de necesidades emocionales los unos en los otros y llevan una poderosa carga de expectativas y desilusiones. Más que esperar que su compañero cumpla con todas sus necesidades emocionales, vean en qué casos éstas pueden ser cumplidas por uno mismo, definiendo exactamente cuáles son. Sean conscientes de su propia programación en lo que respecta a no reconocer y responder a sus necesidades. Traten de desarrollar una mayor autosuficiencia y una mayor autoestima en vez de una mayor dependencia.


6. Presten atención al lenguaje de poder y a los patrones de manipulación que ambos sexos utilizan para escalar a una posición superior, ya sea en la familia o en situaciones laborales. Observen la perversidad, inescrupulosidad, depredación sexual y envidia reflejados en muchas revistas para mujeres. A menudo una mujer que lucha por llegar a la cima no lo hace por amor a ello, sino solamente para sentirse valiosa a través del ejercicio del poder. Debajo de la personalidad superficial hay una profundad inseguridad y una inhabilidad para establecer relaciones.


7. Intenten entender el poder impulsor del instinto que nos lleva a perseguir objetivos y puede pasar por encima de los valores sentimentales. (Jung llamó a este poder impulsor animus porque refleja el ethos masculino culturalmente impuesto). Cuídense de la tendencia a culparse constantemente a sí mismas por no estar a la altura de un ideal imaginado (a menudo culturalmente impuesto) de realización o comportamiento. Pregúntense qué es bueno para ustedes personalmente. Patrones típicos de auto-culpa son la creencia de que todo lo que una está haciendo no es suficiente o de que una ha hecho algo mal. Muchas mujeres sienten que no son apreciadas, que los demás ni siquiera reparan en ellas. Frases típicas son: “Tengo que hacer más”; “Debería hacer mayores esfuerzos”; “Todo lo que estoy haciendo no es suficiente”; “Soy un fracaso” (comparada con un ideal imaginado), “Tengo que convertirme en esto, eso o aquello; esforzarme más; no ser tan indulgente conmigo misma”. “Debería” y “tengo que” son palabras de las que hay que cuidarse. Vean cómo esta voz interior controladora no permitirá ningún descanso cuando tome control de ustedes; cómo destruye la autoestima, devora su placer espontáneo por la vida, consume su energía e interfiere con su trabajo creativo. Intenten captar el diálogo a menudo semi-consciente que está teniendo lugar y escriban lo que dice cada vez que puedan.


A veces este impulso está asociado con el deseo de probar que una está en posición de igual con los hombres; a veces es la presión de la familia o de las expectativas colectivas; a veces es el resultado de una profunda herida psíquica o física de la niñez. (En sus sueños aparecerán animales sufrientes o heridos). Un progenitor en quien se halla impreso este impulso desequilibrado puede decir, como la madre de John McEnroe: "Nunca he sido una persona que acepte el segundo lugar; incluso si Johnnie obtenía 95% en este o aquel examen, yo quería saber qué había pasado con el 5% faltante. Creó que fui más dura con él que su padre." ¡No es sorprendente que Johnnie no pueda relacionarse fácilmente con las mujeres y crezca con un impulso rabioso de tener éxito y un temperamento terrible!


La historia de la Bella y la Bestia puede entenderse como una maravillosa alegoría sobre la transformación acaecida en una mujer del poder inconsciente del instinto (como bestia) en príncipe y esposo. Cualquier mujer que sueñe con perder su anillo (símbolo de lo femenino) puede preguntarse en qué punto está perdiendo contacto con o traicionando a sus valores sentimentales. Miren los inmensos tesoros que la bestia guarda y ofrenda una vez que ha sido establecida una relación empática con el instinto.


Helen Luke escribe: "El instinto de lo femenino es precisamente no usar nada, sino simplemente dar y recibir. Esta es la naturaleza de la tierra – recibir la semilla y alimentar las raíces – para proteger y facilitar el crecimiento en la oscuridad de manera que ésta pueda salir hacia la luz […] ¿Cómo harán las mujeres para recuperar su reverencia y su gozo por este gran arquetipo cuyos símbolos han sido siempre la tierra, la luna, la oscuridad y el océano, madre de todo? Si podemos recuperar en nosotros mismos la belleza oculta de esta devoción receptiva; si podemos aprender a estar quietos sin inacción, a fomentar la vida sin un propósito manipulador, a servir sin demandar prestigio, y a nutrir sin dominar, entonces seremos nuevamente mujeres desde cuya tierra la luz podrá brillar.“


Hay un dicho que reza: “Cuando la luna brille tan radiante como el sol, el Mesías vendrá.” La mujer, en su lucha por entenderse a sí misma y articular los más altos valores del principio femenino, podría hacer que la luna empiece a brillar de manera que equilibre el brillo solar de nuestra conciencia presente. Reconociendo su depresión, su sufrimiento, su anhelo de superar la subordinación e impotencia de su experiencia pasada, articulando y apoyando sus valores más profundos, ella puede alcanzar algo verdaderamente heroico y extraordinario para la vida, algo que la humanidad reconocerá y atesorará en los siglos por venir.


El despertar de cada mujer a su valor es parte de la emergencia a la conciencia de estos valores femeninos. Es como si un inmenso nacimiento estuviera teniendo lugar en la psiquis colectiva de las mujeres, como si estuvieran dando a luz la conciencia de un nuevo rol en la sociedad. Este nacimiento es algo que se requiere de ellas por parte de la dinámica evolutiva que está actuando en todas las mujeres de todo el mundo. Es experimentado por las mujeres como algo profundamente turbador y difícil, y también como algo espiritual y numinoso a lo que tienen que responder con todo su ser. Al darse la mujer a luz a sí misma, a la conciencia de su valor, los valores femeninos emergerán completamente a la conciencia de la humanidad que durante tanto tiempo ha sufrido su supresión y rechazo.


La mujer, en su esfuerzo por expresar la quintaesencia de su ser, está ayudando a hacer que la luna brille tan resplandeciente como el sol. Cada mujer que se da a luz a sí misma, cada hombre que nutre los valores femeninos en sí mismo y los expresa en su vida, contribuye a la disminución del sufrimiento humano y al crecimiento de la conciencia humana. Los hombres y las mujeres pueden ser parteros los unos de los otros en este nacimiento, ayudándose, apoyándose y alentándose.


Por esta razón, nada es tan importante como el que la mujer se rescate a sí misma. Esto es algo que a ella le resulta sumamente difícil de aceptar, porque en el pasado el impulso de su naturaleza ha sido responder a las necesidades de los demás.


El hecho de que ella misma es quien más necesita su propia ayuda, apoyo y comprensión, es el primer paso para lustrar la luna. Brillará tan radiante como el sol sólo cuando la mujer se haya convertido en el Orfeo de su propia Eurídice y se haya rescatado a sí misma de los “poderes del inframundo”, que simbolizan su inconciencia de su propio valor. Cuando ella recupere sus propios valores verdaderos, rescatará al hombre de su esclavitud a los valores que están poniendo en peligro al mundo, y lo ayudará a implementar los cambios que son esenciales para nuestra supervivencia. Rilke describió (en 1903) la emergencia de un nuevo tipo de mujer, una que es funcional en el mundo y que está en contacto con las estancias más profundas de su alma:


"La niña y la mujer en su nuevo desarrollo individual serán sólo imitadoras pasajeras del buen o mal comportamiento masculino, y repetidoras de las profesiones masculinas. Después de la incertidumbre de tales transiciones se verá que las mujeres han pasado por las exuberancias y vicisitudes de esos (a menudo ridículos) disfraces, sólo para purificar su ser más esencial de la influencia tergiversadora del otro sexo […] Esta humanidad de la mujer, nacida de dolores y degradaciones, saldrá a la luz cuando ella se haya desprendido de las convenciones de la mera feminidad por las alteraciones de su situación exterior, y los hombres que hoy no lo sienten venir quedarán sorprendidos e impresionados por ello.


Un día la niña estará aquí, y la mujer cuyo nombre ya no significará simplemente el opuesto de la masculinidad, sino algo en sí mismo, algo que no nos hace pensar en ningún complemento o limitación, sino en la vida y la existencia: el ser humano femenino."



Autor:

©Anne Baring
©Traducción por M. B. Kundt

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