domingo, 1 de noviembre de 2009

LA MUERTE EN LA CULTURA MAYA


El origen del mundo entre los mayas refleja su concepción cíclica del tiempo, que en cierto sentido marca toda su existencia, parte de la idea de que el mundo fue creado por los dioses para que fuera morada del ser humano. Por lo tanto, el hombre maya esta enlazado al k’atun del tiempo; conforme pasa el tiempo y la muerte se acerca, se fusiona con la eternidad. El mundo maya lo conforman espacios buenos y malos: Según los escritos sagrados, desde la tierra hacia el cielo hay trece capas y nueve debajo de la tierra o mundo inferior, como cobijas extendidas unas sobre otras. Las trece capas subían desde el horizonte oriental hasta la séptima (el cenit) desde donde otros seis escalones bajaban al horizonte occidental. En el mundo inferior sucedía algo semejante, pero en sentido inverso, y con nueve capas en total, cuatro capas bajaban desde el horizonte occidental hasta la quinta el (mundo inferior – metnal) y de allí otros cuatro subían hasta el horizonte occidental. Y como la vida del pueblo maya se rige por sus creencias religiosas y por el eterno drama entre lo bueno y lo malo, por el eterno retorno del día después de la noche, como el retorno de las lluvias después de un ciclo, y como el retorno de los katunes del tsol k’iin o ja’ab del calendario sagrado maya.

Los mayas creen que todos los seres vivos resucitan (ka’put síijil), por ello cuando se muere una persona, se le coloca en la mesa de tal forma que su cabeza este orientada hacia el poniente de color oscuro que representa la noche y la muerte, de igual forma cuando se sepulta al difunto, se le ponen todas sus pertenencias, como el machete, la ropa, maíz sombrero zapatos, etc., así cuando regresen tendrán todo. Las almas que llevaron buena vida tienen el privilegio de estar en un lugar deleitoso donde no existe el dolor ni el sufrimiento y hay abundancia de comida y bebidas; donde crece el yaxché, árbol sagrado, bajo cuya sombra descansan eternamente. Con excepción de las almas que van al infierno, todas las demás retornan anualmente a la tierra para disfrutar de una semana de vacaciones entre sus familias.

De tal forma que el Janal Pixan o Comida para las Ánimas, es una ceremonia especial en la que interviene toda la familia. Las mujeres son las encargadas de elaborar los alimentos y colocar el altar para las ofrendas, los niños y jóvenes acarrean flores, ayudan a limpiar los caminos, a blanquear las albarradas, a lavar los trastes y ropas y adornar los altares. Los hombres mayores traen leña, calabazas, maíz, frijoles tiernos de la milpa, limpian detrás de las albarradas, excavan el agujero (horno) debajo la tierra para el (pib) panes de maíz rellenos carne de pollo para el octavario de los finados.

La celebración de los muertos en nuestra cultura es historia y religión. El calendario maya cuenta con un sexto mes de nombre Xuul, que significa final, y coincide con el mes de noviembre del calendario gregoriano; en este mes florece el x-pujuk o x-tempola, flor de muerto de color amarillo y olor muy fuerte, crece de manera silvestre y sirve para adornar los altares de los difuntos, el balché de flores moradas, la corteza de esta planta sirve para una bebida ritual llamada al igual que la planta balché, es el vino sagrado por excelencia en la mayoría de las ceremonias religiosas. También existe un pajarito que canta en estos días, se le conoce como un ave místico, porque muy pocas gente lo puede ver, sólo se le oye cantar. Se le conoce con el nombre de Pix, que significa rodillas del pie, pixan o alma; otros lo conocen como yáaj, que significa dolor o tristeza, porque su canto simboliza la pena y el dolor que sufren las personas al recordar en esos días a sus seres queridos muertos; al cantar emite un sonido como si pronunciara la palabra hambre en lengua maya (wi’iiij... wi’iiij...), con su canto anuncia la llegada de las santas almas que vienen a visitarnos. Este pajarito Yaaj o Pix solamente canta de 20 a 40 días, de octubre a noviembre y no se le vuelve a oír hasta el próximo año, al igual que el balché solamente florece de octubre a noviembre y hasta el próximo año de nuevo.

Durante los días de los finados, el ambiente es triste y solemne, y el ánimo de la gente maya también es tristeza y alegría, resaltando su sencillez y respeto, durante el amanecer como en el día y la tarde cuando la brisa de oriente despide su aroma a incienso, a tierra húmeda, a resinas de velas, a flores y viandas; los ancianos dicen que los mayas están en su ritual mas intimo con la naturaleza, es el cierre de un ciclo y el retorno de sus familiares y amigos muertos a la tierra.

Entonces, la preocupación es, como prepararles el recibimiento, como festejarlos y satisfacerlos, por ello en los pueblos, en las casas, con los vecinos, en la calle o en el panteón el tema principal de las conversaciones, son los altares y las viandas que se van ofrendar, quienes van a rezar, etc., como si esperaran a visitantes vivos. El 31 de octubre es dedicado a las almas de los niños, el 1º de noviembre a los mayores, mientras que el 2 de noviembre es para todos los difuntos.

Para este festejo, se prepara un altar en el cual se ofrece la comida no sólo a los difuntos que se están recordando, sino que se ponen el número de platos de comida necesarios según las ánimas que se van a recordar o nombrar en los rezos y un plato más, porque las almas siempre vienen acompañados de alguna otra anima como un invitado más. A ésta se le conoce como anima sola, y se cree que no tiene familiar vivo que lo recuerde, por ello es que se le ofrece comida en todas las casas, esta es una muestra de como los mayas, tanto en la cotidianidad de la vida como en la muerte resaltan su hospitalidad y generosidad.

Con toda anticipación, la gente maya se prepara para recibir a sus difuntos, la familia entera limpia detrás de sus albarradas y las pintan de blanco al igual que las tumbas u osarios de sus difuntos en los cementerios, en las casas construyen el Máakan (Enrramada hecha de huano y plantas, adornada con flores) en el cual se pone el altar de tal manera que este de frente al oriente, son adornadas con flores de x-pujuk, x-tes, x-muul, teresitas, y otras de colores amarillos moradas, blancas y rojo vino, casi siempre se prepara en la cocina de la casa o en el patio de la misma. Tiene que estar comunicado, generalmente existe una entrada extra en los terrenos, si no existiera, entonces se improvisa y se prepara un camino con velas por donde se cree pasarán los difuntos hacia el altar. También dos días antes se tienen que lavar todos los trastes, las jícaras y toda la ropa sucia de la casa, dejando la batea limpia y un recipiente con agua y jabón para que cuando las ánimas lleguen, se laven las manos y la cara. Si hay trastes y ropa sucia se cree los difuntos lo lavarán, para vergüenza del familiar vivo. La concepción maya del día de muertos, es muy diferente a la Occidental aunque hoy en día hay elementos de esta cultura en la celebración.

Los mayas creen en el (ka’a put siijil), por ello, las animas retornan anualmente a la tierra para disfrutar de una semana de vacaciones entre sus familiares y como agasajo es costumbre dedicarles rezos y comidas, de aquí que la costumbre sea conocida como el Janal Pixan o “comida para las almas”, día de muertos o finados.

Días antes del festejo, llueve como una señal de la presencia de los difuntos. Si es una llovizna ligera, se cree que son las ánimas que van llegando; en cambio, si es una lluvia fuerte, entonces es para que se limpien y para que humedezca la tierra y no haya mucho polvo a su paso. Las ánimas vienen encabezadas por la muerte, Aj Puch (señor de la muerte). Algunas familias todavía cuidan la costumbre de ponerles a los niños y niñas en la mano una cinta roja para que la muerte no se los lleve. La ofrenda o comida de la muerte se le dispone detrás del máakan o enramada, en una jícara colgada de un ch’uyub se le ponen las patitas, costillas, alas, cabeza y demás huesos de la gallina guisada, eso se le ofrenda y una vela blanca, para que le lleve tiempo comérselo y le de tiempo suficiente a los difuntos para que disfruten la comida que se les ha ofrecido y estén un ratito más con sus familiares, ya que si se le da la comida con mucha carne a la muerte (Aj Puch), al igual que a los difuntos, éste acabaría rápido su comida y como es el guía principal y tiene que visitar muchas casas, al terminar primero, se iría y podría olvidar a los difuntos en la tierra para siempre.

Los primeros en hacer acto de presencia son las almas de los niños, las cuales llegan a la tierra en la madrugada del 31 de Octubre, este es el día de los niños. Para recibirlas debidamente, adornan el altar con trompillos, chuchitos, p’ixtones, y otros juguetes silvestres, con flores y velas de muchos clores, algunas familias les dedican a manera de desayuno, ofrendas de atole de maíz nuevo (a’ sa’) y elotes sancochados, también puede ser chocolate con panes de harina hechos de figuras de animalitos frutas y golosinas que los niños acostumbraban comer y jugar en vida. En la región centro de Quintana Roo, este acto tiene lugar en las iglesias mayas, solo algunas familias los hacen en sus casas. Las personas que llegan a la ceremonia son obsequiadas con las viandas ofrendadas.

Por la tarde se repite el homenaje con ofrendas de platillos especiales, tales como gallina guisada (chakbil kaax), dulce de calabaza (kaabil k’uum),

pedazos de caña, yuca, ñame, naranja dulce y otras golosinas. Para compartir el máatam o regalo de las ofrendas al terminar los rezos en las casas, los vecinos se convidan mutuamente, así se puede ver desfilar a las personas y niños por los diversos altares del lugar saboreando las comidas y golosinas, en un ambiente de fiesta. Por la noche, se enciende una vela sobre cada tumba y en el camino de cada altar “para que las almas de los niños-ángeles iluminen su camino”.

Al día siguiente, el 1º de noviembre en la madrugada, llegan las almas de los adultos, se les recibe de igual modo; con los mismos rezos y ofrendas en los altares. Además, sus tumbas son recién pintadas y adornadas con flores de chaksink’in, x-pujuk, x-muul y teresita. Por la tarde, el homenaje continúa en las casas, sobre el altar se coloca una cruz fiadora de la familia, velas de cera de miel y las viandas, frutas, y golosinas que mas le gusto en vida al difunto, para esta ocasión, la comida principal consiste en chilmole con carne de pollo o de cerdo. Como bebida, el chocolate, atole de maíz nuevo, vino de balché, ron de caña, dulces de calabaza, de papaya, ciricote, cocoyol, pedazos de caña de azúcar, ñame sancochado con miel, yuca sancochada con miel, naranjas dulces, mandarinas, toronja. Como de costumbre, los vecinos comparten de estas ofrendas. Por la noche no es necesario encender velas sobre las tumbas, ya que las almas de los grandes pueden ver fácilmente sus caminos.

Como ya se dijo, tanto en el día de los niños como en el de los adultos, se tiene el cuidado de poner un plato mas de comida sobre la mesa acompañada de una jícara de agua fresca y una vela blanca, atrasito del numero de platos de comida que se ofrenda en el momento. Esta ofrenda es para las ánimas solas que no tienen parientes quienes se acuerden de ellas. Aunque también a un lado del altar familiar se puede colocar una mesa pequeña cubierta con un mantel blanco, sobre la que se pone dicha ofrenda.

Durante los días que siguen de noviembre, sólo algunas familias se ocupan de rezar y hacer ofrendas a sus difuntos, pues en la zona centro de Quintana Roo se puede celebrar a los muertos en cualquier día del mes de noviembre a diferencia del resto del área de la península de Yucatán que se celebra en la primera y segunda semana de noviembre.

Fuente: Ceqroo A.C. F.C PTO

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