lunes, 26 de octubre de 2009

COSMOS Y ASTRONOMIA MAYA



Escrito por Nikolai Grube y Linda Schele

Desde el punto de vista del Pueblo Maya, el mundo y el cielo eran lugares habitados por seres de todo tipo y lleno de energía divina que unía el mundo terrenal y el divino. El sentir religioso estaba no desplazado o expulsado de vida, sino siempre dispuesto a manifestarse en representaciones rituales. En tales rituales las personas se podían transformar de manera diversa en dioses y seres sobrenaturales que simbolizaban a esta energía divina. No solamente lo que nosotros contemplamos con vida estaba lleno de energía, sino también la materia que en la cultura europea se considera muerta, como el panorama, rocas, edificios, objetos sagrados y los cuerpos celestiales. Todo ello estuvo asimismo animado y penetrado por aquella fuerza, que en rituales celebrados podría ser transformado y aprovechado por la humanidad.

En la religión Maya el mundo fue creado en diferentes ocasiones, antes de que éste empezara a existir. El Popol Wuuj nos dice que vivimos ahora en el tiempo de la cuarta creación. Según las inscripciones del tiempo clásico, nuestro mundo fue creado el día 4 Ajaw 8 Kumk’u, cuando todos los ciclos del tiempo arriba de los 20 años –es decir 400, 8000, 160,000, 32000,000 años, etc. Hasta llegar a 20 dígitos (20 potenciado a la 20 X 360 días-año)- han pasado 13 veces. De acuerdo al calendario gregoriano aquel día corresponde al 13 de agosto de 3114 a. C.

En el día 4 Ajaw 8 Kumk’u, se elevó el cielo de las aguas de origen y posteriormente se erigió un árbol de apoyo como el eje central del universo sobre Ak, la gran tortuga de la tierra flotando en el mar cósmico. Este árbol esta visible en la noche como la vía láctea (saqb’e) y fue erigido por dos Dioses ancianos, los “remadores”. Estos dos Dioses son artistas excelentes, y por eso fueron ellos quienes dibujaron las trece constelaciones del zodíaco Maya en el cielo nocturno. La punta del árbol cósmico atravesó el lugar donde hoy está la estrella polar y su base la constelación de Escorpión. Después el Dios del maíz Jun Yej Nal “Una Semilla de Maíz” dio un movimiento giratorio al eje central del universo.

Por esto podemos ver las constelaciones caminando alrededor de la estrella polar. El mundo que nació de este acto de creación, consistía de un plano terrenal en medio de las aguas de origen. A esto, los Mayas frecuentemente lo representaban como el lomo de una tortuga Ak o también de un cocodrilo. En la cosmovisión Maya, el universo es una casa de ocho secciones que consistían de los cuatro puntos cardinales principales y de los puntos de los solsticios y equinoccios, aquellos puntos en el horizonte, en donde el Sol, en tiempos del solsticio y equinoccio aparece y desaparece.

A cada uno de los puntos cardinales les fueron asignados determinados árboles, pájaros, plantas, animales, deidades y colores. Así el oriente es rojo, el norte es blanco, el poniente es negro y el sur amarillo. En el centro se encontraba el Wakaj Chan, la Gran Ceiba Cósmica, que había sido levantada a un año de la creación.

También los mundos religioso y profano de los mayas estaban análogamente divididos en secciones, llamadas tzuk, representadas por el glifo de un espejo o por un rostro simiesco. Cada punto cardinal, los puntos intermedios y las regiones dentro del reino correspondían a uno de los tzuk. Los mencionados glifos tzuk demarcaban a los objetos relacionados con estas regiones, como por ejemplo, al cielo, a la tierra, a los dioses, a las montañas y a los árboles, pero también a los soportes de los tronos. Tanto tiempo como espacio atravesaban estas secciones, y esto en el sentido de las agujas del reloj, mientras que el calendario en períodos de 819 días se movía en sentido contrario.

El comienzo de cada período de 819 días se levantó un árbol-dios nombrado K’awilnal, “alimento” o “lugar de la encarnación”, correspondiente al punto cardinal del período. Así los cuatro K’awinalob’ resultantes tenían por lo tanto también colores correspondientes a los cuatro puntos cardinales.

Para observar el cielo, las trece constelaciones del zodíaco ayudaban al astrónomo Maya. El Sol permaneció 28 días en cada una de las constelaciones. Después de 13 X 28, o sea 364 días el Sol empezó de nuevo a caminar por las trece constelaciones. Por la diferencia entre los 364 días y el actual año solar las constelaciones se movieron en relación con las estrellas.

Los Mayas observaban esta diferencia y tenían mecanismos para adaptar las constelaciones al cielo otra vez, un mecanismo que no es conocido para las constelaciones griegas. Algunas de las constelaciones Mayas

están conocidas hasta hoy día. Muchos Mayas pueden identificar la constelación sinaj/sinaan “alacrán” en el cielo, que corresponde al escorpio del zodíaco europeo. Otras constelaciones ya no son conocidas por los Mayas de hoy, pero logramos identificar sus nombres en el Códice de París, además hay representaciones de las constelaciones del zodíaco Maya en el edificio de las Monjas de Chich’en Itza’, Yucatán, México.

Entre los cuerpos celestiales que los Mayas observaban, el Sol, la Luna y Venus, eran los que más llamaban la atención a los antiguos astrónomos. El Dios del Sol, K’inich Ajaw (“Señor Cara del Sol” cada día vuelve a nacer en el oriente, pasa por el cielo, y muere en el poniente donde empieza su viaje en la oscuridad del inframundo.

Los Mayas pusieron mucha atención al movimiento de la Luna, especialmente en la relación por el sol, para determinar el tiempo peligroso de los eclipses solares y lunares. Cientos de estelas y altares de la época clásica por esta razón la fase de la Luna, porque un eclipse solar y lunar solo puede ocurrir durante Luna llena o Luna nueva.

El documento más preciso sobre la predicción Maya de eclipses que sobrevivió a la destrucción castellana se encuentra en el libro Maya de Dresde. Este proporciona las fechas cuando la Luna pasa entre la tierra y el Sol. En estas fechas la Tierra puede obscurecer al Sol y nosotros podemos observar un eclipse de Sol. Un eclipse lunar puede ocurrir 15 días antes o después de un eclipse solar. La tabla de eclipses es un medio para localizar los nudos de los eclipses, o las estaciones de eclipses.

En la misma manera, los Mayas estudiaban el camino de Venus por el cielo. Venus necesita 583.92 días para terminar una vuelta alrededor del Sol. Los Mayas no usaban fracciones para calcular. Para facilitar sus cálculos, usaban un ciclo de Venus de 584 días. Este ciclo se dividía en cuatro partes. Según el Libro de Dresde, este ciclo empieza con la salida de Venus como estrella matutina en el oriente. Después Venus queda 136 días en el oriente. Entonces desaparece atrás del Sol y queda invisible por 90 días hasta que salga en el poniente, acompañando el Sol en la tarde por 250 días. Después de este tiempo cuando podemos ver el planeta en la noche temprano, Venus desaparece otra vez por 8 días (en realidad, este tiempo de invisibilidad puede ser mucho más largo) para nacer otra vez por el oriente como estrella de la mañana.

Aunque los Mayas sabían que un ciclo de Venus no corresponde exactamente a 584 días, ellos usaban este número para sus cálculos porque 5 “años” de Venus de 584 días corresponden a 8 años solares de 365 días (2920 días). La ventaja de usar un ciclo de ocho años solares para cálculos con el de Venus es que después de de esta distancia, Venus va a estar en la misma posición en el cielo con respecto al zodíaco y en la misma fase. Este ciclo hizo la observación de Venus mucho más fácil.

A partir de Venus, la Luna y el Sol, otros cuerpos y fenómenos celestiales fueron observado por los Mayas: Seguramente se dieron cuenta del movimiento de los planetas Mercurio y Marte, y tal vez también Júpiter y Saturno, aunque los científicos todavía no han logrado encontrar evidencia firme. Recientemente fue descubierto que unos textos jeroglíficos de la época clásica también registran cometas, supernovas y meteoritos. A estos fenómenos los Mayas llamaban “fuego en el cielo” o “Dios está tallando fuego”, pero también hay referencias a “humo” en el cielo, tal vez porque los Mayas hasta hoy día llaman a los meteoritos, “estrellas fumando”. Cometas y supernovas no ocurren en un patrón sistemático en el cielo; quiere decir, que no se pueden predecir estos fenómenos. Los textos jeroglíficos Mayas, entonces representan una fuente de gran valor para los astrónomos contemporáneos que tratan de reconstruir en qué ciclos ciertos cometas se ven otra vez.


1) Nota de los editores: Este artículo se refiere a la astronomía del Pueblo Maya anterior a la invasión castellana, por eso habla principalmente en pasado.

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