martes, 26 de enero de 2010

APRECIAR LOS PEQUEÑOS DETALLES


Sin dejarte aturdir por los problemas, sin dejar que el eco de las voces malintencionadas te turben, hoy respira, abre bien tus ojos y sonríe, date cuenta de los muchos motivos que tienes para ser feliz. Hoy es un día para disfrutar de las pequeñas cosas que encierran grandeza en su interior.

Fíjate en los detalles, la belleza de las flores, la calma de los lagos, la frescura de las gotas de lluvia, el placer de una buena comida, sí, disfrutar tu vida depende mucho de aprender a saborear esos pequeños detalles.

Encontré esta historia acerca de un monje zen, seguro que comprenderás su mensaje:

Estaba en su lecho de muerte. Había llegado su último día y anunció que esa noche dejaría de existir. Sus seguidores, sus discípulos y sus amigos empezaron a llegar. Había mucha gente que le quería, y todos fueron; llegaban desde lugares lejanos.
Cuando uno de sus discípulos oyó que el maestro se iba a morir, fue corriendo hasta el mercado. Alguien le preguntó:
-El maestro se está muriendo en su cabaña ¿por qué vas al mercado?

El viejo discípulo le dijo:
- A mi maestro le gusta un tipo de tarta determinado, voy a comprársela.

Le costó mucho encontrar la tarta, pero al atardecer lo consiguió. Volvió corriendo con la tarta.
Todo el mundo estaba preocupado, parecía que el maestro estuviese esperando a alguien. Abría los ojos, miraba, y los volvía a cerrar. Cuando llegó su discípulo le dijo:
- Muy bien, así que has venido. ¿Y dónde está la tarta?
El discípulo sacó la tarta y estaba feliz de que el maestro se la hubiese pedido.
Muriendo, el maestro levantó la tarta con las manos... y sus manos no estaban temblando. Era muy viejo, pero no le temblaba la mano. Alguien le preguntó:
- Eres muy mayor y estás a punto de morir. Pronto te abandonará el último aliento, sin embargo, no te tiembla la mano.
El maestro dijo:
- Nunca tiemblo porque no tengo miedo. Mi cuerpo se ha hecho viejo pero yo sigo siendo joven, y seguiré siendo joven cuando este cuerpo se haya ido.

Entonces le dio un mordisco y empezó a masticar la tarta. De repente, alguien le preguntó:
- ¿Cuál es el último mensaje, maestro? Pronto nos dejarás. ¿Qué quieres que recordemos?
El maestro sonrió y dijo:
- Ah, esta tarta está deliciosa.

La felicidad no es inalcanzable, solo tenemos que dejar de buscarla tanto en hechos extraordinarios, y empezar a ver que en aquellos ratos de alegría y disfrute que nos parecen habituales, se apoya la verdadera dicha de nuestras vidas, ¿no te parece?

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